Capítulo cuatro.

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Dos días después.

Megan.

Qué frío, joder. Me abrazo a mí misma y me acurruco en el colchón.

La puerta se abre fuertemente, haciendo que me sobresalte.

-Tu comida.-dice mi secuestrador más frío de lo normal.

Trago saliva y asiento.

Sin decir nada más, sale y cierra.

Me acerco a la bandeja de la comida y la miro.

Al menos hoy tiene buena pinta.

Cojo un trozo de jamón, que es lo único que conozco de este plato, y me lo como.

Tras un largo rato dejando a un lado la comida que no me gusta, y comiéndome la que sí, termino.

Estoy muerta de sed.

Encima ha estado dos días sin traerme comida ni agua.

Definitivamente, se piensa que soy un perro.

Alguien abre la puerta de nuevo, pero esta vez más lentamente.

Viene a donde estoy yo y se sienta a mi lado cuidadosamente.

- Lo siento. -susurra, y por la voz sé que es mi secuestrador.

Frunzo el ceño y me mira.

- Puedes hablar, no te mataré.

- Vale. -digo con un hilo de voz.

Sonríe y aparta la vista de mí rápidamente.

La sonrisa se esfuma de su cara y entrelaza sus manos.

- Quiero decir que lo siento. -repite.- Por no traerte comida ni nada durante dos días.

- No importa. -murmuro.

Jesús.

Ahora que me he disculpado, me siento mucho mejor.

Oh mierda, Jesús, no te ablandes. Has estado meses sin traerle comida a tus secuestradas y nunca antes te habías disculpado.

Examino su rostro detalladamente, y sonrío. Es jodidamente preciosa.

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Secuestrada. | J |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora