Megan.
Tengo una idea.
Tengo una idea.
Tengo una idea.
Las palabras que horas antes han salido de su boca se repiten repetidas veces en mi cabeza.
¿Qué idea tendrá?
Lleva horas fuera, y me estoy empezando a poner neviosa.
Más de lo que estaba.
La puerta se abre bruscamente, dejando ver a un hombre con una barba bastante larga y despeinada.
El miedo se apodera de mí, al ver su expresión de odio.
- Bonita. -dice con voz ronca.
Se acerca a mí y me levanta del colchón bruscamente.
¿Pero qué hace?
Joder Megan, defiéndete.
Me pega completamente a la pared y posa pequeños besos sobre mi cuello.
- Jota... -murmuro con lágrimas en los ojos, rezando por que él esté aquí.
- Oh, cariño. -ríe.- Tu querido Jesús no está, se ha ido. Te ha dejado aquí.
Niego lentamente con el ceño fruncido y las lágrimas comienzan a salir de mis ojos.
No puede ser.
Es mentira, él tenía un plan.
- Él es así.. -me quita la camisa lentamente, mientras yo intento apartarlo de mí.- Más bien que te estés quieta, si no quieres que te mate aquí mismo. -ordena.
Sollozo silenciosamente y me da un beso en el pecho izquierdo.
Me tapo la boca con mi mano derecha, intentando contener varios sollozos y las lágrimas siguen saliendo sin cesar.
- Suéltala. -ordena una voz totalmente reconocible desde la puerta.
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