Jesús.
Miro el reloj de oro que se encuentra atado en mi muñeca y suelto un sonoro suspiro al ver la hora.
Las dos de la mañana.
¿Cómo vuelvo yo a casa? Estoy jodidamente borracho.
Pediré un taxi.
Miro hacia los lados, pero no veo ni uno ni de lejos.
Pestañeo lentamente y comienzo a andar.
Ahora que lo pienso, Megan.. Mierda, ¿cómo se me ocurre dejarla sola con estos?
Ando rapidamente y una vez que llego, lo primero que hago es ir a la habitación donde se encuentra Megan.
Abro la puerta lo más silenciosamente que puedo y la encuentro ahí, dormida.
Me acerco a ella y me siento a su lado.
Le acaricio suavemente el pelo, haciendo que se despierte.
- Lo siento, no quería despertarte. -me disculpo en un susurro.
- Tranquilo, no estaba dormida. -dice dulcemente.
Sonrío de lado y la miro a sus preciosos y profundos ojos azules.
- ¿Tienes hambre? -le pregunto y asiente.- Te traeré algo.
Salgo de la habitación y voy a la cocina, encontrándome con el capullo de Tom.
- Eh, tú. -me señala alzando la voz y viene peligrosamente hacia mí.
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