Tinieblas en un lugar oscuro

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Los aplausos de la gente cuando el show acabó no provocó en Tiffany la curiosidad suficiente como para querer girarse y verles salir. No, ella no quería mirar la cara de aquellos que lo habían perdido todo allí dentro y que ni siquiera se habían dado cuenta.

En su lugar, se quedó observando la tintineante luz de una farola que hacía su mayor esfuerzo en un intento imposible de vencer la noche. Allí, mientras la gente salía de un salón donde habían violado sus mejores recuerdos, la bombilla luchaba por su supervivencia condenada.

Sin importarles siquiera, las personas se deslizaban a su lado sin valorar el esfuerzo que hacía para protegerlos antes de hundirse para siempre en la oscuridad. Iban saliendo comentando entre risas lo mucho que les había gustado el espectáculo, lo buen comediante que había resultado aquel hombre y... miles de tonterías más.

Al mirarlos por fin, Tiffany descubrió a la recién casada que ya no se mostraba tan esplendorosa como antes, mientras caminaba junto al que era su marido. Ella era otra bombilla fundida a la que iban a reemplazar. Ella había dado lo mejor de sí sin saberlo; el precio de la entrada había sido sus mejores momentos para que un monstruo pudiese alimentarse.

Pero ¿quién era ella para juzgar?

Aún podía sentir la sangre en sus manos del tipo al que mató. ¿Cómo era su nombre? Ni siquiera podía recordarlo ya, ni siquiera le importaba. Lo que decían en las películas y los libros sobre la culpa no le afectaba, o sí... no podía estar segura. No sabía cómo debía sentirse.

Lo que sí sabía es que necesitaba una copa para olvidar. Necesitaba pensar, necesitaba...

La puerta del local se abrió interrumpiendo sus desvaríos mientras Mardröm clavaba sus ojos en ella. Por un momento pareció como si dudase entre acercarse o no; como si tuviese que elegir respetar ese momento para que fuese ella misma la que hiciese la elección u obligarla a tomarla para terminar con todo eso de una vez.

No era tan fácil. Por un instante Tiffany deseó que la hubiese obligado a entrar allí, a escoger el camino que sabía que quería tomar. Pero no lo hizo. El demonio la miró con una paciencia infinita esperando a que se decidiese a huir o a enfrentarse a Toril.

La farola siguió tintineando unos segundos más antes de rendirse. No fue un melodrama, nadie lloró el momento...

«La justicia no existe»

Las palabras de Mardröm sonaron claras en su mente. La justicia no existía, pero la venganza era suya. La venganza era su placer, era lo que había decidido cuando tomó ese camino y, al mirar hacia el demonio, supo que era demasiado tarde para arrepentirse. Su alma ya estaba condenada.

Sin embargo, Toril, ¿qué precio le exigiría? No hacía falta ser un genio para saberlo... ¿Y estaba dispuesta a venderlo todo?

La respuesta, eligiese la que eligiese, daba miedo.

¿En qué clase de persona se había convertido?

No, esa pregunta estaba mal formulada. No podía seguir engañándose si quería tomar la decisión. Ya no era una niña inocente. Si lo pensaba, era un monstruo peor que Mardröm... él, por lo menos, hacía lo que hacían los demonios. Ella, lo que hacía, lo hacía por sí misma.

Aunque... ¿no es eso precisamente lo que hacen las personas? A lo mejor es que era más humana que los demás. Esos hipócritas que no se atrevían a dar un paso sujetos como estaban al miedo de ser juzgados.

O puede que ella fuese una bombilla fundida.

Matar estaba mal. Todos lo sabían; incluso a ella se lo habían repetido en un millón de ocasiones. Pero ella no se había levantado un día y le había dicho al espejo que como era lunes le apetecía matar. No. Habían matado a sus padres.

Mardröm, el guardián del infierno:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora