—Despierta —ordenó Mardröm susurrando al oído de la muchacha—. Despierta o te juro que cuando abras los ojos lo lamentarás.
Ya podía haber seguido con amenazas o prometerla un tesoro media hora más que la tercera vez que se lo repitió tuvo el mismo efecto que la primera; ni se movió.
Como si estuviese dormida, Tiffany, reflejaba calma. A excepción del molesto sonido de aquella máquina que comprobaba sus constantes vitales aquella habitación era un refugio de paz y armonía.
—No puedes hacerme esto. No puedes quedarte así. ¿Quieres morirte de una vez y acabar con este maldito juego?
Nada. Aquel bip de la máquina amenazaba con volverle loco. A lo mejor si lo apagaba podía concentrarse en…
Sus manos se detuvieron a dos centímetros escasos del interruptor. Claro, no podía ser de otra forma. Seguro que aquel maldito chisme la ayuda a mantenerse con vida.
«Te ordeno que no hagas daño a nadie»
Maldita la ocasión en la que aquella zorra maloliente había abierto una puerta a su mundo; y más maldito él por habérsele ocurrido la idea de venir ante la jugosa idea de conseguir una joven.
Un viajecito rápido de quince minutos se había dicho. Un momento en el mundo humano y otra alma más para la colección. ¿Qué había mejor para romper la rutina que hacer desgraciada a una persona de veinte años usando su propio deseo para ello? ¿Qué mal podía ocasionarle una niñita como la que le estaba invocando?
Estúpido, estúpido, estúpido.
En cada palabra que repetía mentalmente se daba un cabezazo contra la pared. El sonido, o tal vez que algún paciente se quejó, hizo venir a una enfermera.
—¿Está todo bien? —preguntó con cara extraña ante aquel hombre descalzo.
Que si estaba todo bien. Nada había estado bien desde lo que parecía una eternidad. Odiaba el mundo humano, odiaba a la puta Tiffany, odiaba que ahora el cuerpo, un cuerpo que nunca había sentido nada, le doliese.
—Todo perfecto.
Su aspecto debía ser peor que el que creía porque aquella mujer, en lugar de irse, entró en el cuarto y puso una mano sobre su espalda en un intento por consolarle.
—No se preocupe. Hay cosas que están por encima de nosotros y no es culpa nuestra. Si lo desea tenemos una capilla para rogar a Dios por los nuestros.
Sí, seguro que le escuchaba.
«Oh Dios de los cielos, concede un deseo a este pobre diablo y haz que la chica a la que piensa llevarse al infierno muera porque la paciencia no es una de las virtudes de este engendro condenado.
—No creo, pero gracias.
La mujer no pareció entenderle porque siguió insistiendo como si la fe pudiese ayudar en algo a un demonio.
—Sé que es difícil en momentos como este, pero es ahora cuando más tenemos que apoyarnos los unos en los otros y si…
El chip que le permitía a Mardröm desconectar de conversaciones estúpidas nunca le había parecido tan útil como ahora. A medida que aquella mujer hablaba se le ocurrió una idea brillante.
—Eres enfermera —afirmó como si se diese cuenta en ese instante—. Tu misión consiste en salvar vidas.
La mujer, que no acabó de entender el cambio tan brusco de la conversación, levantó una de sus cejas extrañada.
—¿Sí?
—Entonces… —Las palabras se quedaron atascadas en su garganta.
Intentó una vez más decir lo que tenía en mente. No era difícil. Algo que llevaba toda su vida haciendo, engañar a un mortal para que pidiese un deseo que le convenía a él. Tan sencillo como preguntar a una persona dedicada al cuidado de los enfermos si daría su alma por salvar a un paciente.
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Mardröm, el guardián del infierno:
FantasiaNo todos los hombres en la tierra son iguales, ni todos los demonios en el infierno. Mardröm es un ser cruel, sin escrúpulos y capaz de lo imposible en su crueldad. Te concederá cualquier deseo a cambio de tu alma inmortal. Pero ¿Merece la pena el i...