El barullo de pensamientos y emociones que Tiffany estaba sintiendo la emborrachaban mientras una parte de su antigua yo moría en aquella habitación. La peste en aquel lugar, aunque sabía que era imposible que oliese nada allí dentro, era insoportable. Mientras aquel ser del inframundo la abrazaba se sintió perdida, confusa y extraña.
Eso era lo más raro de todo. Rodeada de muerte se dio cuenta de que sentía que había una extraña encerrada dentro de su cuerpo. Aquella chica que había apuñalado a Michael no era la agradable Tiffany a la que sus padres habían educado para que fuese la clase de persona de la que estarían orgullosos. Tampoco la muchacha de nota diez que adoraba la arquitectura medieval y cuyo sueño era viajar por el mundo descubriendo historia antigua. Esa mujer, la misma que había invocado y atrapado a un demonio, era alguien que no conocía, que no la gustaba y que, sin embargo, necesitaba.
Echó un vistazo al cadáver de Michael y observó el dibujo de la sangre en el suelo. De alguna manera parecía pintarse una flor que extendía sus pétalos hacia ella. Debería sentirse mal por haber quitado una vida. Creerse peor persona por cometer un acto tan cruel y despreciable como el que había hecho. Los otros muertos, los que tan diligentemente Mardröm asesinó a una palabra suya, la acusaban en silencio de que ellos solo estaba allí sin haberla hecho nunca nada. Debería… hacer algo que no fuese sonreír mientras miraba como aquel cabrón había tenido lo que se merecía.
Nada de lo demás era lo bastante importante como para querer guardarlo en su subconsciente. Esos chicos eran tan culpables como el propio Michael porque ellos le eligieron como ¿amigo?. No, dudaba mucho que alguien como él tuviese amigos. No se los merecía. Lo único que aquel maldito cabrón merecía era revivir para poder volver a matarle y seguir disfrutando de ver como perdía la vida mientras le miraba a los ojos.
—¿Estás bien?
Aquella voz fría, inhumana, dura… la arrastró de sus pensamientos dejando a aquella Tiffany buena y humilde en el fondo de su corazón y llevando al mundo exterior a la extraña sedienta de sangre.
—Perfecta.
Apoyó las manos en el pecho del demonio para empujar con suavidad y que la dejase el espacio que necesitaba para separarse. Le agradó que no la retuviese.
—Esa mujer avisará a alguien; deberíamos irnos.
No le faltaba parte de razón. La hizo gracia que el demonio estuviese más preocupado por ella que ella misma.
—No puedo irme así —señaló abriendo sus brazos y mostrando su ropa empapada en sangre—. Llamaría algo la atención ¿no crees?
—Lo que desees.
En aquella mirada no había nada. Era el vacío absoluto de moral y prejuicios. Tiffany podía sumergirse en ella y beber de las aguas del olvido para siempre, pero aún había más que hacer y no podía permitírselo.
—Voy a darme una ducha, ahora vuelvo.
Como si no fuese importante la chica limpió sus manos de sangre en la ropa de uno de los chicos a los que Mardröm había roto el cuello y cogió la ropa, tirada en el suelo, de la que supuso que sería una de las chicas.
Subió por las escaleras intentando no pensar. No volver al pasado. Abrió varias puertas hasta que encontró el baño y, tras dejar la ropa de la chica sobre el lavabo, se metió en la ducha vestida. Abrió el grifo mientras apoyaba su cabeza contra la pared y dejó que el agua obrase parte de su magia.
El líquido, que debía ser transparente, era rojo a medida que limpiaba todo rastro del pecado de la piel de su cuerpo. Cuando se sintió más preparada se quitó la ropa que vestía y la tiró de manera despreocupada al suelo del baño, contra una esquina. Se enjabonó con cariño como si quisiera acariciarse y se deleitó con aquellas manchas rojizas con las que el agua aún no había terminado.
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Mardröm, el guardián del infierno:
FantasyNo todos los hombres en la tierra son iguales, ni todos los demonios en el infierno. Mardröm es un ser cruel, sin escrúpulos y capaz de lo imposible en su crueldad. Te concederá cualquier deseo a cambio de tu alma inmortal. Pero ¿Merece la pena el i...