Castigo

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Aquella zona de la ciudad no le gustaba a Tiffany. De todos era sabido que era un lugar demasiado peligroso para que una chica como ella pudiese estar paseando tan tranquila incluso a plena luz del día. Por suerte Mardröm la acompañaba y a pesar de ese aura asesina, que resplandecía de manera peligrosa cada vez que le dedicaba una mirada de reojo, la ayudaba a tranquilizarse.

No le pasó desapercibida la ironía de sentirse a salvo con un ser que deseaba matarla con todas sus fuerzas.

—¡Oye guapa, con ese culazo que tienes le enseñaba a tu novio a tratarte cómo te mereces!

El grito provino de alguno de los seis chicos agrupados junto a un banco que les miraban de manera burlona desde el otro lado de la calle.

Aunque las manos le temblaban ligeramente, Tiffany se obligó a caminar hacia ellos intentando mostrarse segura mientras sentía como la desnudaban con la mirada a cada paso que daba. Se paró justo enfrente de ellos y rezó para que la voz no se le atascase en la garganta cuando comenzó a hablar.

—Estoy buscando alguien…

—Yo soy tu príncipe azul, no hace falta que sigas buscándome. —El chico que la había cortado debía rondar los veinticinco años y se puso en pie intentando imponerse con su altura.

Ignorándole, Tiffany continuó hablando evitando moverse o mirarle a los ojos y cerrando los dedos hasta transformar sus manos en puños de miedo e impotencia.

—Se llama Michael y organiza partidas de póquer. Sé que vive por aquí y que es muy popular en esta zona. Así que si fueseis tan amables de decirme como llegar hasta su casa os lo agradecería.

Que los demás chicos se levantasen como el primero y les mirasen con tanta hostilidad no auguraba nada bueno.

Cuando el muchacho que había hablado en primer lugar se acercó hasta ella y con un dedo en su barbilla le obligó a mirarle a los ojos le costó hacerlo.

—Te lo digo por una mamada. —La forma descarada en que movió su lengua la incomodó tanto como la risa de sus amigos—. Si quieres hasta le dejo a tu novio mirar para que aprenda algo.

A la chica le dio la impresión de que solo con el contacto aquel chico ya le estaba ensuciando y le odio. A pesar de todo se esforzó en sacar una sonrisa e intentar que sus cuerdas vocales siguiesen funcionando sin alteraciones.

—Estoy siendo simpática.

—No lo bastante…

—Lo he pedido por favor.

—Entonces por favor ¿porque no coges la mano de tu novio marica y os marcháis de aquí antes de que os pase algo malo?

Algo en la mirada de ese chico la advirtió que será la única oportunidad que le iba a dar.

—Te ordeno que me consigas la dirección.

La mueca divertida que el chico la dirigió sonó extraña junto al asco con que escupió sus palabras al hablar.

—Como si yo fuese a cumplir las órdenes una puta como tú.

En esta ocasión la sonrisa que le dirigió Tiffany fue sincera.

—No te lo decía ti.

Con un suspiro exagerado, Mardröm dio un paso posicionándose frente a los chicos como si no les temiese. Ninguno de ellos llegaba a los treinta y, aunque se veía que más que habilidad en la lucha solían usar la intimidación del grupo, no quería mancharse las manos.

—Vale, odio las negociaciones, así que vamos a intentarlo por las buenas una vez más y solo una vez más. ¿Qué te parece si me das esa dirección a cambio de tu alma y diez mil dólares?

Mardröm, el guardián del infierno:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora