Centro comercial, entrevista de trabajo.

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Ese día, como lo hacía desde ya siglos atrás, se quedó todo toda la noche en vela, leyendo libros al azar de su biblioteca mientras esperaba que las horas pasaran. Miró de reojo el reloj, el cual marcaba únicamente cinco horas de diferencia desde la última vez que lo había observado. Cerró el libro que ojeaba segundos antes de soltar un pesado suspiro, inevitablemente rió a causa de este debido a lo irónico que resultaba soltar aire que no necesitaba ni poseía en sus pulmones. Negó con su cabeza y se levantó del sillón de terciopelo rojo en el cual estaba sentado, dirigiéndose así a la cocina en donde se prepararía algo de beber. Nuevamente una pequeña carcajada surgió en él pues aquello era, a su parecer, otro pensamiento bastante irónico referido a su persona; le restó importancia y continuó. Al llegar a su destino abrió el refrigerador y sacó de allí un recipiente con sangre acumulada, suficiente como para sobrevivir dos o tres días, y se sirvió de esta en un vaso. Cuando el hambre no era voraz, le gustaba mantener la "etiqueta" al beber. Relamió sus belfos luego de aquella infusión, limpió el cristal y guardó una vez más el recipiente en la nevera, donde se conservaría por un tiempo.
Volvió a mirar el reloj. Las 11 a.m. Ya era momento de salir en busca de ese trabajo con el cual iba mantenerse en "esa vida". Aceleró su paso repentinamente en dirección a su cuarto donde, claro estaba, no tenía nada más que libros, objetos extraños de vidas pasadas y, sobre su escritorio, el objeto más preciado: su talismán. Se colocó el mismo como collar y, luego de cambiarse y tomar la hoja con la dirección del lugar de la entrevista, salió de su hogar.

Ese lunes el Sol brillaba más de lo usual, pero la temperatura se mantenía fría, casi al nivel de su piel cuando el objeto alrededor de su cuello no lo acompañaba. Acomodó su abrigo y comenzó a andar, ojeando de vez en vez aquel papelillo con la dirección del lugar en donde estaba dispuesto a trabajar. cubrió su boca con una de sus manos, ocultando una falsa sonrisa que se dibujó de pronto. «Un banco de sangre» Ese día estaba lleno de crueles sarcasmos.
Su andar, despreocupado como siempre, continuó mientras maniobraba para esquivar a las personas que se cruzaban, mas una de las tantas que apareció le fue imposible evadirla pues, para su desgracia, le habían obstruido el paso. Para cuando quiso detenerse ya era demasiado tarde; ya había impactado con aquel cuerpo centímetros más bajo y trastabillado hacia atrás en busca de estabilidad.
-Disculpa. -parló seco, mostrando un inexpresivo semblante en cuando llevó su mirar al adverso.
Por alguna razón que desconocía aquel rostro le era absurdamente familiar, como si lo hubiese visto más de una vez en toda su vida, pero si tenía en cuenta el centenar de rostros que habían pasado frente a él no sería sorpresa ver similitudes en caras desconocidas.

El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora