¿Sabueso?¿Catrín*?

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*Catrín es la versión masculina de la catrina, la calavera mexicana.

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Es mi trabajo de medio tiempo. -respondió, irónico, respirando un tanto alterado por la escena vivida hace unos segundos atrás. Las cosas no iban muy bien para él y, si seguía así, tampoco lo irían para el ajeno. Pronto se vio aprisionado, frente a frente con el que parecía querer matarlo. Por reflejo aprisionó la muñeca del contrario.- Inténtalo, imbécil, y te asesinaré. -Comentó, ejerciendo poco a poco más presión en aquella extremidad.- Hablo en serio. -imitó al muchacho mas hablando con total seriedad, si el hambre le invadía más de lo debido, terminaría perdiendo la cabeza.-

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Sus ojos se enciendieron, bestia, así se sentía, solía no tener máximo control de su temperamento pero ésta vez estaba muy por fuera de sus parámetros de control, apretó su mandíbula no sintiendo siquiera un poco de dolor en su mano por esa mano que le tomaba, apenas terminó de hablar, agitó su mano soltando el agarre, con demasiada fuerza, más de la que podía creer que tenía, azotó el rostro del contrario tomando inmediata distancia aún casi baboseando de exasperación.- Te lo buscaste, tarado, te lo. . .advertí. -Y tomó su bolsa dónde llevaba sus dos pasteles.- No te me vuelvas a aparecer.

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Su cuerpo tiritaba mas no de miedo sino de desesperación, el ver la rojiza piel del adverso y saber qué había allí era la tentación más grande del universo. Quería morderle, devorarlo ahí y ahora. Sus ojos se tornaron del color del oro; la abstinencia había ganado. Ni siquiera vio el golpe, ni siquiera lo sintió, pues el hambre voraz lo estaba manipulando. Ladeó su mirar al muchacho y, así, dejó en evidencia su piel quebrada cual mármol.- Te advertí... -arrancó su collar de cuajo y su piel instantáneamente se volvió de porcelana, ya ni siquiera parecía humana su piel. En cuestión de segundos se acercó al contrario y lo estampó con todas sus fuerzas contra el muro cercano a la puerta, seguro de que el mismo se había resquebrajado. Acercó su rostro al contrario y, sin siquiera preguntar, clavó sus aguijones blancos en la yugular adversa, pegándose a aquel cuerpo casi como una sanguijuela mientras drenaba parte de su sangre.-

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-¿Me lo...? Sabía pedazo de muerto -Medio anonadado por aquella imagen frente a su cuerpo se sintió un tanto debilitado; ojos de oro, no debía ser un gran genio para notar aquella expresión, hambre, no cesaría hasta "comer". No hizo ningún tipo de quite, años atrás enfrentó una situación similar, se sabía inmune a aquellos ataques, apenas se vio empotrado no temió por ese rostro desfigurado, alzó sus brazos hasta tomar nuevamente su largo abrigo y cerró sus ojos.- MALDITO HIJO DE PUTA -Gruñó en su oído, no corría riesgo pero de saber no hubiera desatado aquella riña que interponía cada que le veía.- Siglos atrás -Agarró su cabello, no se debilitaria pero debía calmarlo.- Hazlo, no podrás matarme de todas maneras. -Advirtió, extrañamente había cedido a ese ataque, por no correr más riesgo de ser descubierto, por la gente de aquel café.-

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Sus ojos poco a poco fueron adquiriendo un tinte rojizo, tan carmesí que en cuanto saliese estaba seguro debería usar los lentes que trajo por si la situación lo ameritaba, mas en ese momento no podía pensar en nada que no fuese dar profundos tragos a ese recipiente que los mundanos llamaban "cuerpo". La voz del adverso se oyó y, pronto, las manos del mismo intervinieron. Por instinto tomó las mismas y las llevó a la altura de la cabeza ajena, sujetándolas con una mano pues era suficiente para retenerle. Unos par de minutos pasaron y su hambre desapareció, sin embargo dio un último trago, como si intentase reconocerlo. Separó sus labios y, con gotas de sangre aún escurriendo, habló.- Sabueso. -segundos después ya estaba arremetiendo contra los belfos contrarios. Ese trago fue lo que necesitó para recordar al sujeto en cuestión, pero más que nada, recordar sus "actividades" juntos.-

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Manso cómo perro de hogar, ladeó su cabeza para darle el acceso completo, ¡Mierda! ¿Porqué sentía que lo disfrutaba? Rompía la rutina que le estaba matando, ese olor que él desprendía, ¡¡Recuerda DongHae!! Gruñía para si mismo, podía enloquecer ahí, era el mismo, era su catrín, abrió sus ojos apenas le oyó.- Estúpido, mil veces estúpido -Masculló a sabiendas que ya baboseaba, miró a través de esos rojizos, sin poder más, besó sus labios completamente sediento de él, lo rodeó por la cintura pegándole a su cuerpo; animal, cómo podría volver a desearle con tanta ansia, agarró sus glúteos, apasionando más aquel nuevo contacto.-

El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora