Cómo si no te supiera mío.

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Sus labiales se movieron desaforados sobre los adversos, como si su vida dependiese de ellos, como si su inmortalidad estuviese en juego. Hacía décadas que no lo tenía cerca, y ahora usaría y abusaría de todo el tiempo junto al perro. Cuando las manos contrarias se sintieron en su trasero, un impulso repentino le invadió y llevó su diestra a entrometerse entre la piel y el pantalón contrario hasta atrapar uno de sus glúteos, una cálida nalga que se contraponía completamente a la temperatura de su piel. Necesitaba privacidad, ahora más que nunca. Llevó su mano restante a la cintura del adverso y jaló de él, caminando de espaldas en dirección a un cubículo. En esos momentos agradecía no tener que respirar pues era excusa suficiente como para no separarse en busca de aire

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Simplemente empezaba a ser inexplicable el momento que pasaba, el instante desatándose en besos y caricias que le hacían perderse en su propio delirio, empezando a ser profunda su respiración, pues era sabido que él aún necesitaba del oxígeno para mantenerse bien, gruñó apenas sintió su fría piel azotar una de sus nalgas, es que había pasado tanto tiempo, no entendía cómo su instinto no lo reconoció antes, se dejó entrar en aquel cubículo, tomó la puerta y la cerró rápido tras su espalda, al fin entre sus brazos.- HyukJae. . . -Su espalda se arqueó lento y suave, serpenteando de forma muy sutil su columna. Cada estimulo era un paso más al cielo.-Se siente tan bien. . . Me haces tan bien -Corrigió en un tono serio, empezando a tensar musculatura con cada nueva oleada de temperatura que nacía en su corazón y viajaba con flecha al sur.

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Una vez allí, encerrados, su instinto gobernó por sobre su razón y sus manos comenzaron a juguetear sobre las prendas contrarias y, en momentos, por debajo de la misma. Esa cálida temperatura, aquella que no poseía, tenía que sentirla. Escuchó de un momento a otro su nombre aparecer en labios contrarios, algo que provocó incomprensibles corrientes en su ser. Separó sus labiales por unos segundos a tan corta distancia que podía percibir el roce entre sus carnosidades.- Somos unos idiotas, DongHae... -y nuevamente hundió su boca en la adversa, disfrutando de aquel sabor único que el lycan poseía.- Tu piel, quiero.. -musitó entre besos, ahogado, intentando crear coherencia en sus palabras.- Sentirla. -Culminó, dirigiendo ambas manos a arrancar bruscamente la camisa del muchacho, haciendo volar los botones hacia puntos desconocidos; en esos momentos sólo necesitaba una cosa para incentivar su virilidad, y eso era el contacto con la ardiente piel del lobezno.-

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Su mirada por fin encontró hogar en los ojos encendidos en fuego de su espejo de placer. Apenas si empezaba el nuevo reencuentro al parecer, pues la manera en que empezaban a arder sería difícil de frenar. Cerró sus ojos y atrapó el abrigo entre sus dedos, aferrándose a lo que fuese mientras se regocijaba en ese estimulante momento.- Tu eres un imbécil...-Musitó echando delicadamente su cabeza hacia atrás, y buscó calmar en vano su respiración.- Y supieras cómo deseo la tuya. -Refunfuñó ansiando con insana desesperación el momento para desvestirle, mejor en ese mismo instante sus manos elaboraron un plan para deshacerse de una mala prenda que no le permitía tenerle para el completamente, quito el botón, bajó la cremallera pasando sus manos por debajo de su cuerpo tomando con más certeza sus glúteos por un par de segundos, hasta que los bajó, todo sin permitir que su boca dejara de estimular parte de su piel, porque ya se había despegado de sus labios y saboreaba algo más.

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El contacto de sus labios desapareció, mas su reemplazo ayudó a superar la pérdida. Esos rojizos, tan cálidos, tan ardientes, en contacto con su gélida piel era estímulo suficiente para gruñir cual salvaje. Quería más, mucho más. Sus manos se deslizaron rápidamente contorneando su figura hasta llegar al pantalón ajeno, el cual desabrochó y bajó de un jalón, permitiendo que la gravedad se encargara de llevarlos al piso. Allí, sus falanges se adentraron en el bóxer del más bajo y dieron un seguro apretón a aquel trasero que hace siglos no había visto ni tocado.- Chúpamela. Ahora. -ordenó casi desesperado, deseando adentrarse en la calidez de ese cuerpo.- Quiero... necesito follarte de una vez. -comentó con su voz ya ronca mientras apretaba sus dientes con tanta fuerza que sentía se romperían. Sus manos, por otra parte, no deseaban separarse de la redondez del ajeno, mas poco a poco fueron soltando dicha zona con la esperanza de bajar la vista y toparse con la cabellera oscura del otro arremetiéndose contra su pelvis.-

El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora