El Casillero | Alan Navarro

dieciocho

Pasaron unas horas de clase, en distintos salones me topé con Alan, pero no me dirigía la palabra ni yo a él, tal vez por la culpa que sentía.

Era la penúltima clase y el maestro de historia no había llegado, así que teníamos una hora libre.

Subí al segundo piso y me perdí al final de un gran pasillo poco frecuentado por los escasos salones «dos». Divisé a Navarro caminando a paso lento a mi dirección. Me levanté del frío piso para irme, pero el chico corrió para evitarlo.

—Espera...— me tomó del brazo y con delicadeza me giró para que lo mirara. —Perdón.

—¿Acaso me seguiste?— evadi su mirada penetrante.

—Ese no es el punto, pero si quieres una respuesta, sí, si lo hice— dijo sereno. —¿Podemos hacer como que no pasó nada?

—Es tan fácil para ti decirlo.

—No soy el único culpable aquí.

—Si hablas de Diana, también mantengo una distancia considerable de ella— me encogí de hombros.

—Eres tan terca Natalia— dijo exasperado.

—Hagamos un trato— le propuse.

—Habla.

—Que todo vuelva a ser como antes; yo no te dirijo la palabra a menos que sea para maldecirte, vuelves a ignorarme como lo hacías y si quieres ir tras Diana es tu problema— me safé de su agarre llendome nuevamente.

—¡Bien! ¡Si así lo quieres lo acepto!— gritó apenas me alejé.

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