veinticinco

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Iba a paso rápido por todo el lugar. Me costaba un poco de trabajo alcanzarlo aunque no era realmente mi objetivo.

Los alumnos de la institución empezaban a ingresar a sus aulas para la primer hora del día. Alan no tenía intenciones de hacerlo, eso se podía notar ya que le tocaba conmigo en el laboratorio de ciencias pero estábamos muy lejos de él, hasta el otro extremo de la preparatoria.

Él se encontró con Jos en la cafetería, los miraba a lo lejos mientras yo me senté en una mesa muy alejada de donde estaban. Charlaron varios minutos, miré el reloj y faltaban unos cinco escasos minutos para escuchar el repique.

Jos palmeó la espalda de Alan, sus ojos reflejaban preocupación por su amigo, entonces más ganas de saber lo que le sucedía me invadieron.

Pasaron unos minutos y la campana sonó indicando la primer hora en la jornada de clases. Jos empezó a caminar con Alan pero el primer mencionado lo dejó en la puerta que llevaba al patio mientras él volvía para ir a su respectiva aula.

Sigilosamente Alan se perdió tras la puerta. Mis pies no tardaron en responder e ir corriendo para alcanzarlo. Cuando puse un pie en aquella puerta primero me dispuse a fijarme que nadie me viera o me metería en problemas.

Salí a aquel gran patio donde se acostumbraba a jugar fútbol soccer. No había ni un rastro de Alan y eso me tensaba aún más.

Caminé por la parte trasera de las gradas para evitar ser vista por las cámaras de seguridad.

Un melodioso sonido erizó mi piel, aquel bello sonido era de un piano, un gran piano. Seguí el sonido y recordé que por ahí había sido construida una sala de artes pero había quedado fuera del área de la escuela por lo tanto nunca sirvió para ser utilizada, pero en su interior guardaban los viejos instrumentos inservibles.

Sutilmente me quedé quieta en la puerta para que no me escuchara. Seguido de unas perfectas notas su voz abundó mis oídos. Era una canción melancólica que decía todo lo que él sentía en ese momento.

(Si quieren escuchar la canción hagan lo, está muy bonita y sentimental. Se llama "My Immortal" de Evanescence).

—Estoy cansado de estar aquí, reprimido por todos mis miedos infantiles. Y si tu tienes que dejarme, desearía que tan sólo te fueras porque tu presencia aún perdura aquí y no me dejará sólo—cantó aquella estrofa con una voz impecable. —Estas heridas no parecerán sanar, este dolor es simplemente demasiado real. Hay tanto que el tiempo no puede borrarlo—miré un poco al interior del pequeño salón, él estaba de espaldas moviendo con agilidad sus dedos sobre el piano.

Reconocí la canción que cantaba y al escuchar la letra un nudo se formó en mi garganta.

—Cuando tú llorabas, yo secaba todas tus lágrimas, cuando tu gritabas, yo luchaba contra todos tus miedos. Y tomaba tu mano a través de todos estos años—continuó.

—Pero tú aún tienes todo de mí—dejé salir sin darme cuenta de lo fuerte que lo había dicho. Alan paró de tocar y giró hacia la puerta. Traté de esconderme pero no lo logré.

—Nat...—dijo al notar mi presencia. —Sé que estás ahí, no te escondas, no hace falta.

Me paré firme frente a él, estaba un poco apenada ya que no respeté su privacidad.

—Lo siento, estaba preocupada. Sé que es algo impertinente pero sentí esa gran necesidad de seguirte, en verdad lo lamento—cerré los ojos esperando un estruendoso grito de molestia de su parte.

—No te preocupes, está bien—abrí ligeramente los ojos y una sonrisa forzada estaba puesta en su rostro. Se veía afligido. —Así que te sabes esta canción ¿no?

—Sí—respondí simple.

—Tienes una voz muy linda—me halagó. —¿Que te parece si la retomamos?

Sonreí apenas un poco asintiendo. —¿Pero me dirás que te sucede?—cuestioné.

Su mirada cambió, agachó la cabeza mortificado. —Lo prometo—respondió. Ahora se veía más mal, con los ojos cristalizados. Movió sus manos sobre el enorme piano retomando las últimas notas. Me senté a su lado. —Solías cautivarme por tu reluciente luz-cantó.

—Ahora estoy atada por la vida que dejaste atrás. Tu voz atormenta mis, una vez placenteros sueños, tu voz ahuyentó toda la cordura en mí—continué.

—Estas heridas no parecerán sanar, este dolor es simplemente demasiado real. Hay tanto que el tiempo no puede borrarlo. Cuando tú llorabas, yo secaba todas tus lágrimas, cuando tu gritabas, yo luchaba contra todos tus miedos. Y tomaba tu mano a través de todos estos años—cantamos los dos a una sola voz. Sus ojos amenazaron con dejar salir una gran cantidad de lágrimas.

—Pero tú aún tienes todo de mí-finalizó sin poder terminar por completo. Apretó con fuerza sus ojos, esos ojos que tanta firmeza contenían liberándose de un dolor que clavaba justo en su pecho desde tiempo atrás.

Tomé sus manos con delicadeza sin dejar de buscar su profunda mirada brindando todo mi apoyo sin decir palabras. Me vio un poco desconcertado pero cedió al sentir que ya no podía continuar sin sacar todo el mal.

Pasó un mechón de mi cabello tras mi oreja y con una de sus manos que dejó atrás la mía; tomó mi mejilla acariciándola. Se acercó por completo y besó dulcemente mis labios buscando ese consuelo que nadie había podido brindarle.

♥♥

¡Hola! :) este capítulo es más largo de lo habitual pero era para recompensar un poco el no actualizar en días.

Voten y comenten porque me inspiré en este capítulo *sentimental ando*

Gracias <3

El Casillero | Alan NavarroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora