Capitulo 15
Un sentimiento lo puede todo
11:57pm
Zero, el enigmático espía del circulo ahora está en su alcoba, recorriendo su vista en un álbum de fotografías. Cada captura le trae recuerdos a memoria, seca las lágrimas que furtivas ruedan por sus mejillas. Desliza la cremallera de su chamarra de cuero y saca un par de papeles con un sello medico.
-Examen de compatibilidad como donante.
99.99 % de exactitud- Susurra leyendo de nuevo el resultado -Soy el único que puede salvarte pero, tengo miedo de dejarte solo. Miedo de que me odies mas tare por abandonarte de esta manera, aunque siempre estaré contigo. Muy dentro de ti- Se tumba en el colchón viendo el techo -Esa niña no pude ayudarte, y le tuve que mentir solo para que al menos pudieras regresar a ella, y verte sonreír antes de irme- Balbucea y lágrimas ruedan a cuestes por sus mejillas -Ya no soporto más- Murmura con un hilo desesperado de su voz.
Jadea, con desesperación. Su cabello azulado se humedece en el sudor de su agonía. Sus ojos inundados de lágrimas. Una sensación aprisionante lo asfixia. Se le escapa el aire de los pulmones sin autorización.
Los recuerdos de su niñez le nublan las esperanzas, las vivencias y las risas que pudieron compartirse alguna vez ahora le torturan. Su presión sanguínea se dispara sin freno aparente. Se endereza inhalando profundo. Se coloca de pie y acercándose a la estantería observa una fotografía tomada en la navidad pasada. Abrazando a la morada artista del Sweet Amoris. Solo verla enmarcada en madera le humedece la mirada. El hecho de tener que dejarlo todo atrás para salvar la vida de quien lo salvó una vez ya.
Nadie lo ha sabido pero, quien ahora agoniza en una camilla de hospital un día fue el donante que mantuvo vivo a Zero cuando eran mas niños. Las vueltas que dio el destino, ahora él debía decidir si salvarlo y morirse en el intento, o perder las esperanzas.
Sweet Amoris
8:10 am
Melissa apresurada cruza el umbral. Recorriendo el pasillo sin detenerse a saludar a nadie. Va tarde a su clase. Cruza en la esquina derecha y de inmediato la interceptan el mismo trio de arpías de todos los días.
-Ok, niñita, hoy te enseñaremos quien manda- La abeja reina chasquea los dedos y su séquito del mal sujeta a la muchacha por los brazos y la arrastran forzadamente hasta el sótano.
Una vez allí la empujan y ella cae contra el piso. La rubia prepotente se agacha y le hala del cabello levantándole la mirada.
-¡Perra!- La insulta y le estampa una bofetada en la mejilla.
Su piel se enrojece a causa de la agresión. Melissa, no se muestra con el animo de defenderse. Sumisa recibe sus insultos, halones del cabello y por excesivo que parezca, también patadas.
-Eres una retrasada mental. Aquí lo dice, perra barata- Le enseña el expediente a la muchacha sacándolo de su cartera -Y no solo estúpida, sino que también de puta le abriste las piernas al primero que se te apareció y te embarazaste, por zorra- En este preciso instante abren la puerta. Es su príncipe sin honor.
-¡Dejenla en paz!- Se interpone entre sus agresoras y ella.
-¿Porque la defiendes?, si la muy puta se embarazó del primero que vio. Deberías de buscarte algo mejor, a alguien como yo- Se le insinúa perversamente.
-La defiendo porque, el hijo que tiene, es mio. Yo soy el padre, y el único culpable de todo lo que ha tenido que soportar por ser madre adolescente. Ahora larguense de mi vista, me dan asco- Le escupe las palabras y ellas no tienen mas remedio que irse impotentes.
El muchacho se voltea y la ayuda a levantarse, acomodándole el cabello. Susurrándole como la primera vez las palabras que siempre han podido recomponerla.
-¿Que te ha pasado?, esta no eres tú. No eres la Meli que conocía, ni a ella te pareces- La confronta con sus palabras acomodándole los mechones de su cabello -Antes ganabas cualquier pelea, inclusive las iniciabas pero ahora ni te defendiste. Te desconozco- Desliza sus dedos por sus mejillas.
-Esa parte de mi ya no existe, no desde que naco Dante, prometo que no volvería a lanzar un puñetazo mas por él. Eso se quedo en el pasado, se quedo en México- Le enfoca la mirada.
-No lo reprimas más. Llora en mis brazos- La estrecha en un cálido abrazo que ensordece a la cordura.
La joven se aferra a él, cuando su cuerpo no puede resistir más. Lentamente lágrimas se derraman rodando por sus mejillas, ahogando sus gritos que reclaman libertad por una vez. Que suplican que su dolor se acabe. Y sus sentimientos gimen amargamente recordando la sonrisa de Armin. Como un ángel infantil y friki.