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¿recuerdas esa tarde de mayo, dónde el frío calaba nuestros huesos, pero ya nada no nos importaba? nos reíamos mientras las gotas frías de lluvia se calaban por nuestros abrigos y, por primera vez, me sentí viva y completa, deseé sentirme así por el resto de nuestros días pero, lamentablemente nada dura para siempre. ni siquiera esos pequeños momentos de felicidad que viví junto a ti.

me compartiste de tu café amargo mientras acunabas mis manos entre las tuyas y me sonreías, amaba cuando tenía la suerte de ver esa sonrisa plasmada en tu rostro, como tus ojos se achinaban, tu nariz se fruncía y colocabas la lengua entre medio de tu dentadura; te amaba en serio.

recuerdo que me dijiste que querías vivir conmigo en algún lugar alejado de la ciudad, rodeado de vegetación, para así poder disfrutar de nuestra compañía y con un gato gordo y perezoso que durmiera en nuestro sillón. me hubiese gustado cumplirte el sueño, pero luego de un tiempo, a lo que llamamos "sueños", se trasforman en nada más y nada menos que una pesadilla, que te atormenta cada vez que cierras los ojos y te persigue cada vez que te despiertas.

luego nos besamos por primera vez, fue lento, suave, con dedicación, como si tuviésemos miedo de romper a la otra, debí haberme dado cuenta de que eras más frágil de lo que decías. y creo que en ese momento, me volví más adicta a ti, a esos labios llenos de mentiras y a esa alma llena de demonios. eras tan parecida a mi y a la vez tan diferente.

te prometí que algún día todo eso pasaría, viviríamos juntas, sin miedo, viviríamos en nuestra pequeña burbuja llena de amor, viviríamos con ese gato afortunado de verte la cara todas las mañanas, de acostarse en tu regazo mientras tú acaricias con esas manos de porcelana su espina dorsal, afortunado de simplemente gozar de ver tus ojos cafés, de ver tus pestañas delgadas y tu pelo alisado, simplemente viviría[mos], debería haberme dado cuenta de que el "nos", nunca estuvo en tus planes.