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he aprendido mucho en está vida (más de lo que querría haber hecho), y aunque la mayoría de las veces no llevo acabo esos consejos, sé qué está bien y qué está mal.

los primeros meses era todo color de rosas y el amor era palpable en el aire, hablabamos con frecuencia y hacías latir mi corazón tan desbocadamente que sentía que él ya te pertenecía a ti, me sentía en una nube y -por un momento- pensé que tú podrías repararme, que podrías juntar cada pedazo de mi alma y unirlos otra vez. quizá tú amor podría arreglarme; pero, Lana,
el amor te destruye.

y yo seguía metida en una burbuja donde creía sentirme cada vez mejor y -algo de lo que me di cuenta hace poco- es que me sentía de esa manera porque ya no estaba tan sola; aunque -pensándolo mejor- todas esas noches en las que yo odiaba lo que veía en el espejo y lloraba por esa misma razón, ¿dónde estabas tú? en tu casa durmiendo sin temor, mientras yo intentaba luchar contra el arsenal de demonios; hasta que me uní a ellos.
estaba cegada, completamente cegada por mi propio amor, que brillaba más que la luna misma que te creía todo; hasta te creí que podías arreglar mi corazón, sólo porque tú lo habias dicho, tu palabra para mi era santa y honesta.
fui una idiota -por no decir pelotuda-. y es que pensaba que eras mi ángel guardián y no eres más que un demonio vestido de blanco con la boca llena de mentiras y el alma corrompida.
quería creer que podías reparar mi corazón, pero joder, tú lo habías destrozado.

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