Un lugar para los dos

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Ya casi habían pasado tres semanas desde que Hipo y Astrid habían empezado a salir.

La verdad es que todo había ido bastante bien, nadie sospechaba de lo suyo, y no habían tenido ningún problema. Salvo en lo de pensar que dirían si alguien sospechaba algo y en... el sitio.

Necesitaban algo más aparte de verse cuando salían a volar juntos, era entretenido y muy pero que muy original, pero no era demasiado práctico. Al principio lo encontraron divertido y romántico, pero fue pasando el tiempo y se dieron cuenta de que era muy difícil tomarse de la mano, abrazarse o besarse subidos encima de dos dragones que si se juntaban mucho se acabarían chocando, y ellos caerían. Mientras que Astrid solo se dedicaba a quejarse un poco y a intentar subirse en el dragón de su novio en pleno vuelo, Hipo lo meditaba seria y profundamente, y estaba a punto de dar con la clave.

Cogió una bolsa y metió pescado para Chimuelo y agua para él, salió por la ventana después de despedirse de su padre poniéndole la excusa de que "Hay muchas especies nuevas de dragones ahí fuera, y quizás hoy encuentre una.", y salieron volando hacia el bosque, peligrosamente cerca de las copas de los árboles, suerte que Chimuelo tuviera habilidad para esquivar esas cosas.
Había un motivo por el que volaban así, y es que estaban buscando algo en particular. Hipo sabía que por alguna parte de Berk tenía que haber algún lugar al que nadie vaya porque está muy lejos a pie, pero que es fantástico para poder verse en un buen lugar, y no en un pantano o un bosque con troncos marchitos.

-¡Eh, amigo, mira ahí!

Bajaron a un pequeño acantilado, con una playa perfecta para ver reflejarse en el agua el amanecer, hasta que un gigantesco Escaldrón emergió de las profundidades, disparándoles un chorro de agua hirviendo que esquivaron por puro instinto.

-Creo qué he cambiado de opinión. ¡Vuela Chimuelo, vuela!

Después de recorrer Mema durante dos horas y media y no ver nada, ya estaban a punto de rendirse. Hasta que, en la otra punta de la isla, divisaron una pequeña abertura en el lateral de una montaña, y decidieron acercarse para ver qué había dentro.

-Venga, amigo, con cuidado, que el agujero es bastante estrecho.

Chimuelo rugió en forma de respuesta e intentó meterse por ahí sin tener que ir a pie. Y no lo consiguió. Tuvo que posarse en el suelo y continuar caminando, e Hipo también, ya que su altura sobre su dragón tampoco era válida para pasar por ahí. Caminaron todo recto, ya que solo había un único camino, hasta que vieron un leve rayo de luz alumbrar sus rostros, y caminaron más rápido, aunque se rozaran contra la áspera y rocosa pared.
Llegaron al final, y vieron algo que, según los pensamientos de Hipo, les serviría de mucho.

-Vaaaya, esto es... es... ¡justo lo que estaba buscando!

Era un enorme claro en el interior de una montaña, con un lago de aguas cristalinas y algún que otro árbol que había logrado crecer ahí. Lo más extraño de todo es que el suelo no era de piedra, sino de tierra, y por eso bastantes zonas estaban llenas de flores de diversas variedades; y no había techo. Era cómo si el pico de la baja montaña se hubiera ido derrumbando hasta formar, poco a poco, una pequeña montaña de rocas que permitía el acceso a la abertura del techo. Podrían haber entrado fácil y rápidamente por ahí, volando por fuera y caminando por dentro, ya que fuera no había una escalera de rocas cómo esa. El castaño caminó por todas partes, recorriendo cada rincón e investigando cada árbol, descubriendo que en alguno de ellos había Terrores Terribles, tres para ser exactos, dos adultos y una cría. Toda una familia.

Mientras, Chimuelo se había tirado de cabeza al lago, que era algo más profundo de lo que parecía en algunas partes, intentando cazar algún pez, dándose cuenta de que no había muchos, pero sí suficientes para comerse alguno de vez en cuando.

-Es... perfecto. ¡Chimelo, ven, vamos a decírselo a Astrid!

Se fueron de ese fantástico lugar, recordando cada detalle, mirando hacia atrás de vez en cuando para no olvidarse del camino, hasta que llegaron a Berk.

-Hola, Patapez, ¿has visto a Astrid?

-Eh, sí, me pregunto dónde estabas y le dije lo que tu me dijiste.

-¿Y qué te dije? Es que se me ha olvidado.

-Que te ibas a dar un paseo con Chimuelo por los alrededores de Berk. Creo que todavía te está buscando.

-¿Y cuándo se fue a buscarme exactamente?

-Pues... hace media hora.

-¡Me estás diciendo qué Astrid lleva media hora buscándome!

-Pu-pues sí.

-Vaya... se habrá enfadado por no haber aparecido.

-Bueno, tampoco es que sea tu novia.

-No, claro que no.

Rió nerviosamente, algo que hizo que el rubio sospechara por un instante, pero luego cambió de opinión. Pensó que Astrid nunca permitiría que nadie viera su lado tierno, ni siquiera Hipo, por lo menos hasta que no fueran más mayores.

Hipo voló lo más rápido que pudo para encontrarla, hasta que la vio a lo lejos, y ella a él, haciendo que ambos dragones se acercaran a petición de sus jinetes, para verse después de un largo tiempo de búsqueda: ella, de él; él, de un lugar para los dos.

Holaaa, sé que este capítulo ha sido algo corto y poco romántico, pero tengo la mente medio seca, y es que el día de mi cumpleaños la buena de mi profesora de ciencias me ha puesto un exámen. ¡Feliz cumpleaños para mí! Bueno, gracias por leer y votar y eso. ¡Os quiero mucho! ¡Hasta pronto! ♡♥♡


Amor Secreto *CANCELADA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora