La charla

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Al día siguiente, Hipo despertó cansado, preguntándose por qué tenía un extraño mal presentimiento que lo revolvía por dentro. Pensó que solo sería que había dormido mal o había tenido una pesadilla de la que no se acordaba, aunque en realidad parecía que hubiera tenido un sueño. Más bien lo había vivido. La noche anterior con Astrid, aunque le hubiera dejado agotado y con dificultad para levantarse, había sido una de las mejores noches de su vida, después de la del "Vuelo romántico". Además de explorar tanto la montaña cómo las pequeñas cuevas que había alrededor, hablaron entre ellos. Hablaron tranquilamente, con calma, en las cosas serias como qué harían si alguien los descubriera, algo que Hipo pondría en práctica muy pronto. Normalmente hablaban gritando y muy despacio o muy rápido, nunca a una velocidad normal, y acababan quedándose afónicos, el uno o el otro, suerte si ninguno, y la vez que lo hicieron los dos a sus amigos les pareció muy raro que les pasara al mismo tiempo, teniendo que aguantar las burlas de los gemelos que decían:

"-¿Qué pasa, los soldaditos del amor se han peleado a gritos?

-No nos hemos peleado, Brutacio.

-Claro que no, Astrid, claro que no. ¿Y entonces por qué estáis afónicos? ¿La parejita ha gritado haciendo otras cosas?

-¡¿Qué?! ¡No! ¡Ni siquiera somos pareja!

-¡Eso, Astrid me quiere a mí, no la confundáis sobre nuestro amor!

-¡Cállate Patán!

-¡Ouch! Deja de negarlo, preciosa, se que me pegas para tocarme los músculos.

-Creo que yo tengo más que tú, así que cierra la bocaza, ¿vale?

-Hey, chicos, tranquilos, tampoco hace falta pelearse.

-Dime, Hipo, ¿qué estabas haciendo ayer por la noche?

-Pues... Salí a volar un rato con Chimuelo.

-Vaaale. ¿Y tú, Astrid?

-Fui al bosque a practicar con mi hacha.

-Claaaro que sí. Espero que tengas buenas intenciones, Hipo.

-Aghhh.

-Chicos, ¿podemos hablar de otra cosa, cómo de cosas de dragones, o salir a volar, o algo? Albóndiga quiere mover las alas un poco."

Y así dejaron el tema, no sin las miradas acusadoras que Brutacio y Brutilda les mandaban de vez en cuando, pero eso ya pasó hace mucho tiempo, así que no había de qué preocuparse.

Hipo recordó que le tocaba trabajar en la herrería, así que cogió su bolsa de diseños y se fue caminando hacia ella, dejando a Chimuelo solo, roncando a la manera dragoniana.

Al llegar vio a Bocón sentado en una silla, todavía no había empezado a trabajar, es cómo si lo hubiera estado esperando, recibiéndolo con una sonrisa y una mirada más acusadora que las de los gemelos cuando sospechaban de ellos. Se puso nervioso al instante, sabiendo que estaba así por algo que sabía o había visto sobre él, y eso lo aterrorizaba más. Pensaba que quizás lo había visto por la tarde, cuando se bañó desnudo en el lago, y le diría algo sobre su gran aspecto físico privado que tanto lo avergonzaba, o peor, sabía algo sobre lo de Astrid y él. La verdad es que prefería lo primero, por lo menos le diría solo algo cómo "menudo machote que estás hecho, pescadote". Prefería eso, por mucho que lo avergonzara, ya que lo otro metía a Astrid directamente en el tema. Rogaba a los dioses que fuera eso, o nada, pero estaba claro que, cómo no le miraba a lo que había expuesto al aire en al lago, y seguía sonriendo sin decir nada, era lo segundo.

-Hipo, te veo muy cansado, ¿a qué hora te has ido a dormir?

Era lo segundo, estaba claro.

-Ehhh, pues, pronto, es que he dormido mal.

Amor Secreto *CANCELADA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora