Capítulo 4

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Guillermo estaba en la habitación del Hotel Park. Era un lugar viejo (aunque en el cartel tenia cinco estrellas) para su gusto. Las paredes estaban pintadas de un color marrón y café, las sabanas olían a nuevas pero estaban amarillas y la alfombra tenía pequeñas bolitas de pelusa por todas partes.
No es que Guillermo, por se un gran escritor estuviera acostumbrado a hoteles de lujo y esas cosas, pero le incomodaba el hecho de escribir su historia en un lugar que se oían los ronquidos, sobre todo porque él escribe de noche.
Cuando había puesto su ropa en el closet y su máquina de escribir en la pequeña mesita junto a la ventana, se metió a darse una ducha para después bajar al restaurante del hotel.
Aun no sabia exactamente de qué escribir, o si realmente quería escribir sobre la casa de Luque. Le aterrorizaba el hecho de estar frente a una leyenda la cual lo pudiera consumir, aunque ahora sabia que el Señor de Luque había desaparecido y que ahora la casa la habitaba otra persona.
Cuando había bajado al restaurante, tomó uno de los periódicos que estaban sobre la mesa y leyó la primera plana casi horrorizado.

DESAPARICIÓN DE NIÑO CAUSA ESCANDALO EN SALEM'S LOT
LAS AUTORIDADES BUSCAN DELICUENTES

Guillermo se aferró a la mesa donde estaba sentado, y por un segundo pensó en que estaba volviendo a pasar. Salem's Lot tenía una maldición y él había vuelto al lugar maldito. Había vuelto a el infierno.
—¿Qué va a ordenar señor Guillermo? —le dijo el chico recepcionista que se hacia llamar Samuel Batuecas.
—Sólo café —musitó.
Samuel anotó en su libreta y volvió casi volando a la cocina. A Guillermo no se le hizo nada extraño que el mismo tipo lo atendiera dos veces, después de todo, trabajaba en el hotel. Y ya era bastante obvio que a Guillermo le estaba empezando a gustar ese chico. Su atractiva barba y sus ojos oscuros lo volvían loco.
Cuando el chico volvió y le puso el café en la mesa, cruzó unas cuantas palabras con él.
—Otra desaparición —dijo Samuel.
—Sí, siempre ha sucedido esto.
—Es la cuarta desaparición de niños en la semana. Ha empeorado desde hace tres años.
A Guillermo no le pareció nada extraño eso, sabia que desde hace mucho tiempo esas desapariciones se habían hecho notar, aunque nadie decía nada al respecto, y aunque aveces los cuerpos de los niños, personas y hasta animales aparecían  sin varias partes del cuerpo.
—Cuando era niño vivía aquí —le dijo Guillermo—. Y siempre creí que acabaría así.
—Yo también lo hubiera pensado —dijo Samuel, y le sonrió. Guillermo no entendió el por qué le había sonreído, pero luego lo comprendió.
Una vez terminado el desayuno, Guillermo fue a dar una vuelta al centro. Salem's Lot había cambiado mucho, y cuando digo mucho es mucho, desde que él se había ido. No se le había ocurrido esta idea, pero aún así quiso ponerla en práctica. Sus padres habían muerto hace seis años y habían sido enterrados en el Cementerio Público de Salem's Lot, así que decidió ir ahí.
Tomo la Main Street en dirección hacia el cementerio, pensando en los asesinatos, los cuerpos que no habían sido encontrados y los niños que morían del miedo. Se hizo una hora en llegar al cementerio. Sus padres habían sido enterrados casi hasta el final, por donde las lápidas más viejas estaban.
Entonces, fue cuando Guillermo lo vio. Aquel Pitbul colgado en la verja del cementerio, la cabeza estaba incrustada en la esquina de la verja, y a su lado la inscripción que decía Si crees en Dios, el te hará resucitar. Parecía recién hecho, la sangre aún fresca brotaba de la cabeza del Pitbul, el cuerpo seguía suspendido en el aire.
Guillermo intentó no prestarle atención, aunque no sabia exactamente como era que el Pitbul había llegado hasta ahí.
Cuando casi por fin había llegado hasta donde estaban sus padres, se encontró con Samuel, el mismo del hotel. Era como si lo estuviera siguiendo, como si supiera donde iba a estar. Como si lo oliera.
Guillermo se acercó, sin pensar lo que iba a suceder después.
—Hola —dijo—. Te llamas Samuel, ¿cierto?
—Sí, ese es mi nombre.
Guillermo no podía evitar la tentación que le causaba su apuesta barba, sus lindos ojos y sus dientes, sus dientes eran los más lindos que había visto. No había visto dientes así.
—Yo soy Guillermo —se presentó—. Me alojo en el hotel en que trabajas.
—Ya te recuerdo —dijo Samuel. Pero en verdad, lo recordaba claramente.
Hablaron, quizás cinco o diez minutos de cualquier cosa, eso no importaba. Lo que importó fue lo que dijo a continuación, y Guillermo no tuvo ni idea en el lío que se metería.
—¿Te gustaría venir a mi casa? Está empezando a anochecer y tengo el resto de la noche libre.
—Claro —dijo sin pensarlo—. ¿Dónde es tú casa?
—Tal vez conozcas la casa de Luque. Ahora vivo ahí.
Guillermo, horrorizado, no supo que decir. Samuel le sonrió y volvió a pensar en sus dientes. No había vuelta atrás, ya había dicho que sí y ahora estaba en un lío.
Pensaba que Samuel no era malo, después de todo, el señor de Luque ya no vivía ahí, ahora la gran casa era de Samuel y eso le gustaba. Le gustaba en verdad. Pero no era la casa lo que estaba maldito, ni siquiera había una maldición a cual temerle, porque aveces no se necesitan monstruos para asustar, un simple humano puede ser el monstruo más aterrador.

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Buenooo, ahí les dejó otro cap después de tanto tiempo :p
Por cierto, he empezado otro fic llamado La danza de la muerte, pasense si gustan ❤

El misterio de Samuel  «Wigetta»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora