«Capítulo once»

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A la mañana siguiente, cerca de las siete de la madrugada, Roman fue a la habitación donde yacía Peter en el suelo. Lo miro con desprecio y lo sacudió con su pie hasta verlo reaccionar ante su toque sin emoción.

Antes de siquiera estar totalmente lucido o algo tranquilo al ver que seguía como humano, él se encontraba, en este punto una causa perdida. Su mente se tambaleaba sobre cómo nunca podría avanzar en sus problemas.

Todos los problemas que se originaban por alguien relacionado a él.

Nunca podría olvidar la confesión que su propia mente se había dado a sí misma. Amor ... maldito amor, qué estúpido. Él estaba casi enojado; estaba enojado con quien quería por hacerlo sentir de esta manera. Inconscientemente quería alejarlo, quería que lo odiaran así que tal vez podría olvidarse de sentirse así. Sin embargo, no podía odiar a todos. Solo podía actuar moderadamente hasta que cayó de nuevo en el reino de los sentimientos de nuevo. Estaba completamente condenado.

Roman quería negarlo, tal vez era solo un capricho, pero no pudo. Él sabía que si se entregara a alguien tal vez un día sus demonios la espantarian. Sin embargo, Roman no quería eso. Las relaciones eran complicadas y la amistad era más fácil. Las cochinadas no eran tan importantes y el dolor no era tan grande. Pero, ¿No era Roman un maldito masoquista como era? Cuántas veces había dejado que la sangre fluyera de su propia piel por razones que nunca entendió realmente. Cuantas veces humillo y gozo de la desgracia de otros. Cuantas veces teniéndolo todo se sintio vacío.

Sabía lo que se estaba haciendo, el no podía cambiar del todo. Era un ser sediento de sangre y poder, frio y calculador. Su corazón palpitaba pero se sentía muerto. Lo único que lo hacia sentir humano, era el afecto que recibía de su hija, su hermana y Leah quien fue la única persona que estuvo cuando más necesitaba a alguien. Cuando estaba solo, frío y postrado en una camilla. Sin sentir poco menos de la mitad de su cuerpo.

Sin ser nada, ella le abrió su corazón y reparo las dolorosas cicatrices que el tenía en su ser.

Tenía que disculparse con ella. Debía hacerlo y tratarse su orgullo. Ir y admitir que se equivoco. Ser un hombre firme y derecho y asumir.

Para cuando su mente se enfocó en su invitado quien se removió en el piso adolorido, el hablo.

Toma un baño y largate de mi casa y de mi vida —Hablo sin ira aparente en su voz, dejo caer al suelo un juego de ropa para que se arreglará.

Peter solo escucho aquellas palabras hasta que el eco de los costosos zapatos de Roman hicieron eco al alejarse. La maldita casa era muy silenciosa, todo se escuchaba más fuerte. El hecho era que se sentía con un fuerte dolor de cabeza similar a diez jaquecas juntas.

Tras una ducha corta que dejo que el agua que se iba por el desagüe se tiñera de rojo por la sangre, se miro al espejo para verse pálido, cansado y sin su barba, incluso su cabello estaba más corto.

Logro visualizarse frente al espejo y acariciar su rostro y cuerpo asombrado de que estuviera intacto en el tiempo. La otra vez cuando estuvo de humano fue solo por unas horas y apenas si fueron dos horas que pensó fue una fantasía. Pues su mente era compartida con el lobo, solo que ahora no sentía a su lobo.

Se miro los dientes y noto que eran simples dientes humanos. No cambio ni un solo diente. Incluso sus dedos no dejaban cambiar a garras.

Un vargulf es un hombre lobo loco. Si te quitan al lobo loco solo quedas de humano, un débil y corriente humano.

Solo por curiosidad Peter tomo una de las hojas de afeitar nuevas de Roman y corto su pulgar para probar su sangre y notar que era humana. No estaba aquella sensación o sabor a animal.

𝐌𝐚𝐲𝐛𝐞 𝐈𝐭'𝐬 𝐧𝐨𝐭 𝐟𝐨𝐫 𝐛𝐥𝐨𝐨𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora