Capítulo 5
¿Qué es el amor a primera vista?
Mi madre muchas veces decía que el amor a primera vista era una patética excusa ideada por enamoradizos, porque cuando alguien dice eso, solo ve un rostro, no el corazón de la persona, y eso no es amor.
Daniel se refería a ellos —los hombres que aseguraban existía—, como pervertidos que solo miran a las chicas de las calles porque probablemente luzcan un bonito trasero.
David, por otro lado, sí cree en esas cosas porque su personalidad de artista le obliga a creer. (Pero tampoco podría fiarme por completo de su perspectiva, considerando que él se refiere a amor a primera vista con cada modelo que se acuesta).
Mi padre cuando me contó por primera vez cómo conoció a mamá dijo: Habría jurado que en esos segundos todo lo demás se detuvo, que incluso el sonido dejó de existir y no había más que los ojos de Lena. Eso, Amanda, es amor a primera vista.
Otro día David, en una típica pelea con Daniel, justificó la razón de que el amor a primera vista sí existe, la única diferencia es que no todo el mundo lo encuentra.
Yo era una convencida de que no existía, que era absurdo enamorarse de alguien solo viéndolo, porque imaginaba que eso se basaba en lo superficial. Que si alguien se enamoraba de otra persona en la calle, no se estaría enamorando de él o ella en sí, sino de su apariencia física. Y eso no es amor.
Luego, pretender vivir ese amor eternamente es mucho más fantasioso.
Pero entonces David también dijo que tener un final feliz es totalmente subjetivo. Y que más valía vivir ese tiempo con pasión y euforia, aprovecharlo, gozarlo, en vez de vivirlo eternamente. Porque en primer lugar la eternidad terrenal no existe. Y después de eso comenzó a contarme sus teorías filosóficas que nunca tuvieron sentido para mí.
Ver a John Hawthorne por primera vez me hizo creer en lo que muchos llamaban: amor a primera vista. Por supuesto, yo nunca supe que era amor hasta que las cosas se volvieron obvias. Y es que hasta ese momento en mi vida nunca había experimentado algo así. Era ridículamente cliché para mí aceptar sentir mariposas en el estómago, o no poder dejar de pensar en esa persona. Pero entonces, simplemente ocurrió, y no hubo tiempo para percatarme de ello.
El invierno seguía muy presente por donde se viera, la nieve y el frío eran cosas de todos los días. Andar en bicicleta también.
Iba a casi dos cuadras de la academia cuando el semáforo cambió a rojo. No le tomé importancia, por fortuna el tiempo no jugaba en mi contra esa vez. Me detuve y algo me hizo girar para ver el coche del lado.
El mismo impecable vehículo negro, que brillaba a pesar de todo, estaba ahí. Y de conductor nada menos que el mismísimo profesor John Hawthorne.
Alcé mi mano para saludarlo, pero se limitó a observarme unos segundos, cambiar su expresión de indiferente a aburrido, y volver su atención al semáforo.
«Idiota, un completo idiota».
Ignoré eso para no darle el gusto de sentirme afectada por su constante indiferencia hacia mí, esperé a que cambiara a verde y preferí desviarme para no tener que seguir el mismo camino que él.
Aun así no llegué tarde, solo fue pedalear dos cuadras más, congelar mi trasero un minuto más y gastar un poco de energía extra.
En cuanto llegué a mi clase de canto, pude notar la manera en que me observaba Tiffany, con una mirada que mezclaba apatía y burla.
—¿Qué tal tu empleo, pobretona?
Me detuve cuando esas palabras fueron escupidas por su boca.
—¿Disculpa?
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Inolvidable ©
Romance"Era libre, como la brisa de verano, sin embargo él se sentía prisionero de esa libertad. Cálido, como los rayos de sol, aunque vivía con frío incluso los días más ardientes. Amable, como le enseñaron a ser por cortesía desde pequeño, solo que con c...