Capítulo 7
«Siento que cada letra que escribo, quema tanto mi piel como mi alma. Y sé que debería soltar el bolígrafo, pero simplemente no puedo, porque si debo elegir entre el olvido y el tormento memorable, me quedaría mil veces con lo inolvidable».
Esperé a que el mismo señor que se presentó para entregarme el cheque volviera a aparecerse en el café, pero no lo hizo, ni la primera semana, ni la segunda, y eso me dejaba con una sensación extraña, porque no sabía si era correcto conservarlo o entregarlo aunque tuviese que esperarlo una eternidad.
Era sábado en la mañana, mi madre estaba de turno en el hospital —como solía estar toda su vida—, Lilly disfrutaba de un obligado paseo familiar junto a sus hermanos menores, y yo debía trabajar en el café.
—¿Qué crees que pasaría si lanzo un secador de cabello enchufado al mar? —preguntó Aaron a un metro de mí.
—¿Cómo pretendes conectarlo si estás en medio de una playa?
—Con alargadores, obviamente. —Apoyó sus codos en la barra y me observó con atención.
—¿Por qué no lo intentas, y de paso aprovechas de bañarte también? Luego me cuentas qué tal te fue. —Sonreí.
—Por supuesto que no, moriría si me lanzo al agua junto al secador. Por Dios, Amanda, no seas ridícula.
Suspiré, conté hasta diez mentalmente dándome paciencia para tolerar sus absurdas ideas, y volví mi atención a la caja registradora.
—Tal vez pueda electrocutar todo el océano y al fin las sirenas saldrían a la luz —añadió.
—Tengo una mejor idea —volteé en su dirección—, ¡escribe un libro con tus hipótesis y envíalo a la NASA! Quizás te contraten.
Entrecerró los ojos y asintió.
—Eso sería asombroso. ¿Sabías que en Estados Unidos se comunican con extraterrestres? Lo vi en una película, se llama contactos del cuarto tipo. Ellos nos vigilan.
—Claro, y algún día el resto de esa especie vendrá a cobrar venganza queriendo matarnos a todos.
—Exacto —afirmó indicándome con su dedo índice en señal de aprobación—. Veo que pensamos igual, deberíamos salir.
Alcé las cejas divertida.
—Tranquilo, Don Juan, nosotros no tenemos nada en común. Pero gracias por la oferta, la consideraré un cumplido.
—Eres una de las chicas más aburridas que conozco, y conozco a muchas. —Dejó su mano sobre la mía—. Deberías sonreír más.
Aparté su mano y asentí.
—Tal vez cuando deje este empleo.
La campanilla de la puerta sonó, entró un chico con un gorro negro, unas gafas de sol oscuras, cabello más o menos largo, un poco más arriba de los hombros pero más debajo de las orejas. Su ropa también era oscura, vestía unas botas negras y llevaba un abrigo casi gris.
—Tu turno, Amanda —informó Aaron sacando su móvil del bolsillo.
Limpié mis manos en el delantal y caminé con mi libreta hacia el chico que acababa de tomar la carta y me hacía imposible verle el rostro.
—Buenos días, bienvenido al Café Neptuno. ¿Puedo tomar su orden?
—¿Sirven papas fritas aquí? —Su voz era demasiado ronca, pero se me hacía familiar.
—No, es un café, no un McDonald's.
—¿Qué tal una Coca-Cola?
—Nop.
ESTÁS LEYENDO
Inolvidable ©
Romance"Era libre, como la brisa de verano, sin embargo él se sentía prisionero de esa libertad. Cálido, como los rayos de sol, aunque vivía con frío incluso los días más ardientes. Amable, como le enseñaron a ser por cortesía desde pequeño, solo que con c...