Capítulo 22

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Capítulo 22

«No te imaginas cuanto anhelo tu grave y suave voz al decirme frases que nunca nadie me había dicho jamás. Y me encuentro soñando despierta con esa armónica música que brotaba de tus labios, fantaseando con que volverás a pronunciar mi nombre, sumergiéndome en la irrealidad de mis aspiraciones que te envuelven para traerte conmigo otra vez, para que me abraces con todas tus fuerzas, y para que me beses con todo tu amor».

Ya era mediados de julio. El tiempo pasaba y lentamente yo comenzaba a superar lo ocurrido. Me gustaba pasar tiempo en el café. Ya no necesitaba el dinero, no después de todo lo que había ahorrado con los sueldos que había ganado hasta el momento, pero consideraba que el café Neptuno era ideal para distraerme de mis pensamientos, mucho más con la ayuda de Aaron y sus constantes comentarios divertidos.

—Nunca entendí el final de Titanic.

—¿Por qué? —pregunté limpiando la barra.

—Porque no tenía sentido. Y hablo en serio, ¿acaso no pudieron turnarse para estar sobre esa tabla de madera? Jack debió decirle algo como: está bien, Rose, te dejaré cinco minutos aquí, y luego yo estaré otros cinco minutos. O, ¿por qué no solo consiguieron otra tabla para flotar? Los demás ya estaban muertos, solo bastaba con empujar uno de esos cadáveres para hacerse un espacio y así sobrevivir. Te aseguro que si Leonardo DiCaprio hubiese sobrevivido, ya se habría ganado el Oscar.

Comencé a reír.

Eso era lo único capaz de despejar mi mente muchas veces, por eso solía mantenerme ocupada en cualquier cosa, como trabajar o leer, o salir a pasear junto a Alex. Incluso ese último tiempo nos acercamos más de lo que antes nos pudimos acercar. Varias veces me invitó a su casa, demasiado lujosa para sentirme cómoda ahí, pero lo intentaba. Y también íbamos a comer, a la playa o a alguna plaza solo para caminar y conversar. 

Una tarde, después de clases, mientras ambos estudiábamos en la biblioteca, me descubrí a mí misma viéndolo casi encandilada, mientras él leía y yo escribía en el cuaderno de servilletas que Lilly me obsequió.

Me pregunté si acaso podía fijarme en él de otra manera, o si estaba mezclando las cosas. Era difícil diferenciar el amor muchas veces. Estar con Alex se sentía bien, quizás sí era amor, pensé, quizás en serio yo también sentía cosas por él aunque no me hubiese dado tiempo de admitirlo ni asumirlo; pero, cuando sus ojos se encontraron con los míos, supe que no, porque ni siquiera podía nivelarse a lo que John me hacía sentir con una simple mirada.

Entonces seguí escribiendo en la servilleta como si nada hubiese pasado, porque prefería eso en vez de verlo de nuevo de esa forma que se me hacía extraña para ese momento.

Lilly llegó poco después, con una sonrisa radiante en su rostro, emanando alegría.

—¿Por qué tan feliz? —le pregunté.

—Derek se ha contactado con uno de los auditores de Cambridge que nos escuchó cuando fuimos, dijo que él está muy interesado en mí y que quería conseguir una entrevista para que habláramos de un «contrato» —señalizó con sus dedos—. ¡Un contrato para mí! —chilló olvidando que nos encontrábamos en la biblioteca.

La bibliotecaria nos lanzó una mirada asesina desde su respectivo puesto, indicando con un bolígrafo el cartel que decía «mantenga silencio». Me disculpé con ella mediante una ligera sonrisa y un gesto con mis manos, pero estaba demasiado ocupada pensando en la grandiosa oportunidad que era para Lilly todo eso, olvidando muy pronto el supuesto llamado de atención.

—¿Y cuándo será la entrevista?

—El próximo fin de semana. ¡Dios! Ni siquiera sé qué llevaré. ¿Debo ir formal? ¿Querrá que cante alguna canción? ¿Qué canción podría cantar? ¿De dónde sacaré tiempo para seguir estudiando? ¿Qué crees que indique el contrato? ¡¿Puedes imaginar que yo sea la próxima súper estrella de Brighton?! ¡Sería estupendo!

Inolvidable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora