CINCO

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Me lanzó una sonrisa de lado y volvió a sus papeles.
Durante una hora no hubo más que el sonido del bolígrafo en el papel.
Estaba desesperada.
- ¿No voy a hacer nada?, si es así mejor me voy, sólo pierdo el tiempo. -
Sus ojos se posan en mi en silencio por unos segundos.
- Nadie te dijo que te podías ir Sofía. Te recuerdo que estás castigada, llevas una hora y te faltan dos más. Si lo que quieres es hacer algo ponte a limpiar el salón. -
- No, no lo haré. -
- No te estoy preguntando, hazlo. -
Debí de quedarme callada.
Alexander va a la parte trasera del salón y saca de un estante varios utensilios de limpieza y me los entrega en las manos.
Me quedo parada sin saber que hacer.
- No me digas que ni esto sabes hacer. -
Se ríe y sigue en lo suyo.
Hago como puedo y comienzo a limpiar todo, trato de hacer lo mejor posible, no dejaré que siga pensando que soy tan tonta como dice.
Han pasado ya las tres horas obligatorias y no he terminado.
Alexander comienza a recoger todo.
No pensará dejarme, verdad.
Sin decir nada sale del salón y pone llave.
- ¡Hey! ¿Pero que te pasa?, no me dejes aquí encerrada. -
Esto debe ser una broma, el es tan idiota, lo odio.
Por un momento pensé que podríamos ser amigos pero después de esto ya no pienso lo mismo.
Dejo de gritar, no tiene caso.
La escuela está vacía completamente, el miedo empieza a apoderarse de mí. Estoy sola.
Sin que yo lo quiera mis ojos comienzan a mojarse y comienzo a llorar, en silencio, estoy enojada, frustrada.
Me acomodo en un rincón y dejo que mis lágrimas salgan de una vez.
Después de un rato es todo más tranquilo en mi interior.
Tranquilidad. Silencio.
Me voy, me voy.
Caigo en un profundo sueño, de esos en los que sólo descansas sin más, sin sueños.
- Pequeña, despierta. -
Es un susurro, una voz suave, dulce, pero no es de chica, no, es de hombre.
- Vamos, ya es tarde, tienes que levantarte. -
Esa voz es conocida.
Me despierto de golpe. Alexander.
Estoy acostada en su pecho, abrazada por el, huele a perfume, una esencia de bosque y aire fresco.
Toma un mechón de cabello y me lo coloca detrás de la oreja.
Quisiera pasar toda la tarde aquí pero caigo en cuenta de quien se trata.
Me incorporo rápidamente.
Tomó mis cosas y me lanzo a la puerta para salir.
- ¿Te vas así? -
Volteo a verlo y ya está de pie caminando hacia mi.
- Ya es tarde, me tengo que ir. -
Continuo caminando y el me sigue.
- Bueno, ¿en qué te vas? -
Hace demasiadas preguntas.
- En el bus. -
Casi llego al estacionamiento donde podré tomar el bus e ir a casa.
- Si claro, ¿dónde piensas encontrar un bus a estas horas? -
Salgo al estacionamiento y no hay más sol. Está oscuro y en el cielo brillan la luna y las estrellas. Nada más.
- Yo te llevo. -
Me toma de un brazo y me jala.
- No gracias, yo puedo caminar. No está tan lejos. - Me suelto un momento de su agarre pero inmediatamente me vuelve a sujetar.
- No te pregunté. -
Después de decir eso sale corriendo y desaparece.
Dos minutos después regresa con una motocicleta deportiva color rojo y negro. Es preciosa.
- Vamos, sube. -
Me animo y por fin me subo.
Ya arriba me pasa un casco completamente cerrado color rojo, el lleva el negro.
Creo que otras chicas lo han usado por que tiene un fuerte olor a champú de rosas.
El viaje es muy tranquilo. El aire es fresco y hace que mi cabello flote.
Sin darme cuenta estoy abrazada a el.
Siento como se va el frío de mi cuerpo y en su lugar queda un calor que sube desde mi estómago a la cara, es lo que siempre pasa cuando me pongo roja. Pero por suerte nadie me puede ver bajo el casco.
Llegamos a mi casa, y América está afuera esperando. Veo su cara de preocupación, pero al verme llegar con el su cara cambia, está sorprendida.
Me bajo y me quitó el casco con torpeza y se lo entrego.
- Gracias. -
Le digo nerviosa.
- No hay de qué, nos vemos mañana preciosa. -
- Hasta mañana Alex. -


FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora