CHAPTER 9

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Aún con las dudas atosigándolo, el caballero de plata dispuso a guardar ambos objetos en su lugar. Ya habían pasado alrededor de diez minutos y no sabía qué era aquello que lo tenía tan ensimismado.

Desenvainó su espada y pasó sus dedos por el filo de manera superficial. Una sensación inquietante comenzaba a rodearlo. —Debo estar imaginando cosas... —intentó convencerse desechando aquellas ideas desatinadas, pese a las nuevas dudas formándose en su mente.


¿Qué estaba pasando?, no pudo evitar cuestionarse.

Se cruzó de brazos y se apoyó en la pared mientras vigilaba a la fémina en caso de que ella despertara. Aunque pensaba que era absurdo que eso ocurriera tan pronto, el azabache aún mantenía esa actitud recelosa hacia la peculiar presencia.

La situación ya le estaba causando tedio: el tener que estar al tanto de una huésped más le fastidiaba; una razón más para llegar a estresarse, pensó él.

Hacía tiempo que no había recibido una persona a la que debía mantener bajo su protección, así como todos lo hacían con los suyos‚ pero‚ ¿qué podía hacer? Supuso que nadie estaría dispuesto a cuidar de la chica, aunque tuviesen más de lo necesario para custodiar a un huésped— La suerte que me tocó... —masculló el de la armadura de plata reluciente.

Llamaron a la puerta, pero este ignoró y se quedó en su lugar. Ya tenía idea de quién se trataba: lo pudo presentir.

Después de un nuevo e insistente llamado, emitió un resoplido y enfundó la espada legendaria para luego dirigirse a la entrada a regañadientes. La abrió y se encontró con una presencia que daba por hecho que le irritaba: una murciélago albina‚ de tez morena y ojos cian‚ poseedora de una mirada seductora. Traía puesto un vestido negro con diamantinas que resaltaban su figura y todo su encanto de dama deslumbrante.

Pero no mostraba nada más que las inocentes ganas de comentarle la buena nueva a su amigo.

—¡Lance, al fin! —exclamó la joven vampiresa con una jubilosa voz mientras parecía dar leves saltos en su propio lugar y con sus manos hechas puños, como si le hubiesen regalado algo en Navidad.

Al notar ya el humor de perros de su contrario, ella dejó de emocionarse y frunció el ceño. «¿De nuevo?», se quejó hastiada de la expresión de su amigo. Chasqueó los dedos frente a sus ojos para llamar su atención.

— ¡Hey!, ya quita esa cara de amargado, llevas mucho tiempo así, por Merlín. No te queda para nada bien.

—¿Ahora qué diantres quieres, bruja? —rezongó este denotando molestia‚ lo que causó la pronta indignación de Rouge.

—Uno viene a levantarte el ánimo y tú qué haces al respecto, ¿eh? —reprendió ella— Para tu información, vine a visitarte por más de una razón. ¿Acaso no puedo venir a ver a mi caballero preferido? — Este gruñó tras lo dicho por Rouge mientras se puso de brazos cruzados ante sus ya tan conocidas insinuaciones y sus indirectas— ¿Qué quieres que te diga? ¡No has ido a verme desde la última vez que nos reunimos! Tanto tiempo y sin señales de ti.

—No te dejaré pasar, ¿me oíste? —dijo en grima— Así que no lo repetiré. Retírate, ¡ahora!

—Solo por un breve momento —pidió ella—. Tuve una pequeña visión hace un par de noches y quise venir a confirmar mis sospechas.

—¿Y qué diablos has visto en tus premoniciones? —inquirió este receloso, aún impidiéndole el paso— ¿Otra muerte de la qué preocuparme?

Rouge suspiró ante la poca confianza que le tenía este. En realidad no quería decirle, pero debía dar explicaciones si quería ingresar a la morada del caballero. No pensaba decirle exactamente lo que vio, pero sí podría expresarlo, tal y como logró plasmar sus visiones por medio de poemas. Carraspeó y recitó:

My helpless Rose |Shadamy| [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora