CHAPTER 13

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Permanecía callado en su escritorio de caoba lleno de objetos y pergaminos‚ buscando algo útil entre las cosas halladas en los cajones‚ mientras que su indeseada huésped se encontraba acostada del lado opuesto en un intento por conciliar el sueño.

De hecho, no solo ella era indeseada; ningún intento de huésped era bienvenido en su aposento. Pero, como condenado guardián que era, tenía el deber y la obligación de recibirlos, sin importar su elección propia.

Fueran las razones que dijeran los huéspedes, Fallace siempre tenía la última palabra. No tenían opción más que resignarse a vivir en sus habitaciones, y tratar de llevarse bien con los guardias asignados. Vivían bien si tenían la suerte de encontrarse con un guardián más benevolente que otro. Muchos de ellos eran de por sí agradables, pero una cierta minoría detestaba la presencia de otros, y el más conocido era Lancelot, sin duda.

En el pasado, él fue capaz de arrasar contra todo un ejército con sus propias manos. Él no quiere llevarse bien con nadie. ¡No quiero quedarme en este lugar, por favor!

Sí bien una de sus huéspedes había sido un poco más inofensiva frente a Lancelot, como la miedosa y timorata sirvienta de una familia adinerada a quien tuvo como última huésped unos años antes de que Amy llegara por primera vez, María Robotnik, hubieron otros que le causaron dolor de cabeza.

¿Qué dijiste? ¿Que te debo respeto? Conoce tu lugar, erizo: a mí nadie me dice que hacer, y menos un plebeyo como tú.

Yo soy tu superior, y por ello, me debes absoluta obediencia.

¿Él? No, no es nada más que un condenado esclavo. Merece ser tratado como tal. Para eso está aquí, ¿no?

Las ingratas experiencias que el caballero vivió en su pasado le impedía ver una nueva realidad en donde alguien podría ser diferente al resto y reconocer sus esfuerzos por haber sido un guardián servicial por tantos años.

Estuvo soportando todos sus caprichos, todas sus humillaciones, y él no podía hacer nada, puesto a que sería gravemente sancionado por Regina Ferrum, gobernante real y dueña legítima de aquel lugar bajo las sombras.

El erizo se mantenía tan sumido en esos recuerdos‚ que no se había percatado de que Amy se había incorporado en la cama con algo de dificultad, para ponerse de pie en un lento movimiento y dirigirse con cuidado al sofá.

Amy quejó un poco en cuanto se sentó con delicadeza. Su cuerpo sufría la furia de guardián lleno de rencor, eso no lo podía negar.

Cerró sus ojos apoyó su cabeza sobre el espaldar de aquel mullido mueble.

En su mente se evocaban nada más que memorias de un pasado desastroso que siempre llevaban un efecto negativo, y todo debido al anhelo de una vida plena; esa vida en la cual quería no ser considerada un ser indigno de existir.

Pero recordar que por poco iba a ser ejecutada en la hoguera cuando era tan solo un ser lleno de inocencia; tener el ya borroso recuerdo del día en que ella llegó al mundo y recibir las miradas cargadas de repudio de parte de aquellos que le dieron la vida; recordar que dejaron un enorme y doloroso vacío al decidir abandonarla en la intemperie... Recordar todo eso la sumían en un estado en el cual las ganas de vivir ya no resplandecían como antes; en en cual su peor enemigo no solo era ella misma, sino también lo era el pensamiento de la no existencia.

My helpless Rose |Shadamy| [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora