Capitulo 4

273 26 2
                                    


Llegada la mañana siguiente algo en el interior le pedía ver a William, conversar con él así que cuando Agnes subió para anunciarle que el desayuno estaba listo le pidió que la acompañara a la iglesia, a lo que la mujer sonrió comprendiendo cual era la esperanza en el corazón de Audrey.

William desayunaba en compañía de su padre.

—¿Planeas ir hoy a la oficina?—preguntó a su padre.

—Sí, te agradecería que vayas al puerto y verifiques el embarque de los granos.

—Claro, por supuesto—en un segundo William había saltado de su lugar en la mesa a la puerta que lo llevaba a la salida, pero inmediatamente rectificó— Ahhmmm creo que ya no tengo hambre, iré de una vez, con permiso padre, hasta más tarde.

Cameron sospechó de la actitud de su hijo, pero no lo detuvo sus pensamientos estaban ocupados en como alejar sus bienes de las manos de Alexander.

—¡George!—entró gritando en la residencia de su amigo.

—Joven pero... ¿qué le pasa? ¿Por qué grita así?

—Necesito que vengas conmigo, iras al muelle. Hoy se embarcan varios cargamentos de granos y necesito que los supervises.

—¿Yo?

—Sabes cómo hacerlo, viejo querido por favor—le suplicaba con sus expresivos ojos verdes y una amplia sonrisa.

—¿Adónde va William?

—A la iglesia.

—¡¿¿A la iglesia??!— Respondió George con sorpresa —No es que nunca vaya pero tampoco asiste tan seguido, la visita de ayer le cubre al menos 3 semanas.

—Bueno, pues quiero ir a rezar.

—Sí claro "rezar" espera encontrarse con la señorita Davenport ¿cierto?

—¿Puedes culparme? Desde que la vi no puedo sacarla de mi cabeza, mi corazón golpea mi pecho con mayor fuerza cuando su imagen llega a mis pensamientos. Nunca me había sentido así.

—Acaba de conocerla.

—¿Y? Creo y siempre he estado convencido que para reconocer al amor de tu vida bastan segundos, solo segundos, George— su hermosa risa llenaba los oídos de su amigo.

—Está bien vaya. Debo reconocer que efectivamente nunca antes lo había visto así.

—Bien, abrígate y te espero en el coche.

Los dos hombres salieron aunque con caminos separados. Audrey ya había salido en compañía de su nueva amiga.

Al entrar no había nadie, solo unas velas acompañaban el altar. Audrey se sentó en una de las bancas un poco decepcionada pues tenía la esperanza de encontrarlo ahí, comenzó a orar mientras Agnes prendía algunas velas.

Estaba tan entregada en sus plegarias que una melodiosa voz casi angelical de tan suave y arrolladora por su fuerza la hizo saltar.

—Espero que mi nombre figure en sus plegarias—murmuró William al sentarse junto a ella.

Audrey no pudo disimular la sonrisa que se delineó en sus labios mucho menos el nerviosismo que la dominaba, buscó rápidamente a Agnes con la vista y la encontró a pocas bancas de distancia.

—Le aseguro señor Servaes que está presente en mis plegarias.

—¿De verdad? ¿Y qué pide para mí?— respondió lleno de felicidad mientras la miraba fijamente dibujando en sus cejas un gesto tan dulce y bello digno de amar.

Luna de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora