William estaba de pie junto a la ventana con la vista perdida hacia la nada, con una taza de porcelana en su mano tomando un poco de café, sentía frío, sus manos estaban heladas, pero no por el clima sino por los nervios que lo inundaba pues en pocos momentos estaría contemplando una vez más los hermosos ojos de su amada, había recibido la carta esa misma mañana.
—Me pregunto qué está pasando en estos precisos momentos por tu mente—habló Cameron.
—Buenos días padre ¿Cómo amaneces?
— ¿Yo? Perfectamente, pero ¿tú?
—De maravilla—exclamó con una amplia sonrisa mostrando sus perlados dientes.
— ¿Iras a la oficina?
—Claro, solo iré al servicio religioso antes.
— ¿Tú? Vaya parece que si amaneciste de buen humor.
William lanzó una carcajada, no por el comentario de su padre sino porque los nervios comenzaban a dominarlo.
Padre e hijo hablaron de negocios un momento para luego tomar el desayuno juntos, salieron de casa al mismo tiempo pero tomando caminos separados.
Entró en la iglesia, tomando asiento entre los últimos lugares de la iglesia, colocó su sombrero en sus largas piernas, cada persona que pasaba a su lado o escuchaba tras de él, la examinaba esperando ver el rostro de Audrey.
Ignorando la presencia de aquellos hombres en la casa, bajó las escaleras, caminó hacia la puerta donde ya la esperaba Agnes.
— ¿Adónde van?—Hawes estaba justo detrás de ellas.
—No le debo explicaciones a usted, en todo caso esa respuesta se la debo a mi tío.
Caminó hacia ellas con notable amargura, acercó su rostro tanto al de Audrey que ésta pudo sentir su aliento, Audrey apartó el rostro lo más que pudo mientras sostenía la mano de Agnes con fuerza.
—Tu tío es nadie en esta casa, de hoy en adelante es a mí a quien te dirigirás con respeto.
— ¿En serio? ¿Por qué crees que te trataría con respeto si nunca lo hice ni con mi tío?—sostuvo su mirada en la de él cargada de rebeldía y rabia.
—Porque probablemente tu tío no cortaría tu cuello.
Audrey soltó la temblorosa mano de Agnes, su postura era desafiante y sin despegar sus ojos de los de Hawes le respondió...
—Hazlo y Alexander cortara el tuyo.
Sin darle tiempo de responder, volteó hacia Agnes caminando lo más rápido que sus pies le permitieron, solo logró escuchar un grito.
— ¡Síguela! Y no la pierdas de vista.
Subieron al coche, aún sin demostrar el terror que sentía en su interior, el enviado de Hawes seguía el coche de cerca.
—No puedo creer que le hablara así.
—Ni yo, todavía estoy temblando pero si algo debo utilizar a mi favor estos días es el capricho de Alexander por mí ¿no crees?
—Tiene razón pero tenga cuidado.
—No te preocupes ¿dónde estaban mi madre y tío?
—Su madre en la habitación y su tío ya se imaginara adónde.
—Con Alexander, supongo que mi madre pasará largas horas en su habitación meditando sobre lo que hizo— perdió su vista en el lluvioso paisaje, sentía que el cielo lloraba por ella también.
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Luna de Sangre
Misterio / SuspensoInglaterra siglo XIX Audrey hija de un acaudalado hombre de negocios de la ciudad de Manchester, la vida resuelta a pesar de tener una madre poco afectiva. Un día inesperado su vida cambiará por completo viéndose obligada a dejar su ciudad natal par...