Menos de 30 minutos y ahí estaba: una casa de aspecto humilde con un jardín en la puerta frontal. Bajó del caballo para rondar la propiedad sin ser visto. Notó una cerca que rodeaba la propiedad. Entró sigilosamente con la oscuridad de cómplice, una luz se asomaba por una ventana acompañada de voces y risas, se detuvo justo debajo de la ventana y escuchó la conversación.
—¿Estás bien Agnes?—habló George muy preocupado.
—Necesitamos averiguar qué sucedió con el Sr. Aldridge y la Sra. Davenport.
—Lo sé, he estado pensando cómo podríamos averiguar algo.
—Audrey está muy preocupada, su única constante de felicidad es William.
—Ya encontraremos una manera, déjame pensar en algo.
No necesitó escuchar más, ya sabía lo necesario: Audrey estaba en Sefton y con William. Se imaginaba las torturas que les haría, estaba deseoso de que su jefe los atrapara.
Salió rumbo a Maghull, donde vivía su oscuro amo. Fueron horas de camino. No se detuvo ni a descansar. Cuando por fin entro en la propiedad de Salvin, se lanzó del caballo abrió las puertas de golpe, llegó hasta la biblioteca donde sabía que Alexander estaba.
—¡La encontré!—gritó con una gran sonrisa en su rostro.
Alexander se puso en pie, los azules ojos se tornaron negros de tanto odio empuñó sus manos con tanta fuerza haciendo que sus dedos perdieran el color. Su cabello estaba un poco más largo y humedecido, vestía una camisa asedada negra, caminó lentamente con la vista fija en su sirviente, respiró hondo, no había expresión en su rostro más que el deseo de matar reflejado en su negra mirada.
—¿Adónde?—nunca antes una voz había sonado tan ronca y tan llena de odio e ira.
—Sefton. Están todos, señor.
Alexander caminó lentamente hasta apoyarse en su escritorio.
—¿Quiénes?
—George el sirviente de los Servaes, Agnes la mujer que trabajaba para...
—¡Sé quién es esa maldita!—gritó—¡¿Quiénes?!
—Audrey y William están juntos señor.
La reacción de Salvin fue como ver un perro rabioso deseoso de morder, deseoso de destruir todo a su paso. Lanzó las botellas de licor contra la pared, las sillas tuvieron igual destino y su escritorio salió volando por los aires. Su fuerza era descomunal fuera de cualquier realidad, gritaba todo tipo de maldiciones pero entonces así como esa rabia había explotado, se calmó. Pasó su mano acomodando su negra cabellera respiró hondo.
—Saldremos ahora mismo, dile a tres de tus hombres, los más crueles que tengas. Y tú prepara mi caballo. Esta noche sabrán de lo que soy capaz.
—Me llevará la noche encontrarlos señor.
—Tienes hasta media noche.
—Sí señor—respondió Hawes retirándose.
Alexander se limitó a observar por la ventana con ansias de atraparlos.
La oscuridad de la noche caía, y esta vez no había quien pudiera alertarle del peligro que la alcanzaba. Con la maldad que dominaba a Salvin la distancia no sería problema, le brindaba una velocidad escalofriante cuando Alexander lo decidía, así que 12 horas él podía recorrerlas en mucho menos tiempo si se lo disponía, provocando que quienes lo acompañaran hicieran lo mismo.
*****
La relativa paz que la inundaba la encontraba sólo en los brazos de William.
—¿Qué crees que dirá tu padre cuando me vea?—estaba acurrucada entre los brazos de su esposo.
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Luna de Sangre
Mystery / ThrillerInglaterra siglo XIX Audrey hija de un acaudalado hombre de negocios de la ciudad de Manchester, la vida resuelta a pesar de tener una madre poco afectiva. Un día inesperado su vida cambiará por completo viéndose obligada a dejar su ciudad natal par...