Pesados pasos se escuchaban hacia su habitación, esperó, sabía que esta vez era Alexander quien iba hacia ella. Vio como el picaporte giraba hasta que la puerta estuvo completamente abierta.
—Ven acá—dijo Alexander con profundo odio, ya no se molestaba en aparentar empatía hacia ella.
Audrey lo observó con temor pero sin dar un solo paso, eso lo enfureció, caminó hacia ella y dando tirones la arrastró hasta la puerta.
—¿Adónde me llevas?—gritó con desesperación—¡¡Por favor!!
—¿Por favor? ¿Me estás suplicando?
—Alexander te lo imploro déjame ir, sabes que nunca conseguirás nada de mí ¿Qué ganas teniéndome cautiva?
Salvin sintió cómo todo su odio hervía dentro de él, Audrey aún estaba en el suelo, la sujetó con fuerza de las manos, acercó su rostro al de ella y no pudo evitar quemarse de deseo por ella, ninguna mujer antes lo había enloquecido tanto como lo hacía ella.
—Sólo tenías que ser mía—susurró contra sus labios jadeando de deseo y odio a la vez—Conseguiría lo que necesitaba de ti y después te hubiera conservado a mi lado, siendo sólo mía—estas últimas palabras las gritó con fuerza mientras aplicaba más presión en las débiles muñecas de Audrey.
Se incorporó liberando de su agarre sólo una de sus manos. Audrey lo miró con miedo pero poco a poco el desprecio que sentía por él la dominó.
—Entonces mátame de una vez, porque jamás seré tuya.
—¿Matarte? ¿Yo?—respondió con ironía—No. Tengo mejores planes.
La arrastró afuera de la habitación donde esperaba su fiel sirviente.
—Ya sabes qué hacer—dijo a su criado.
—Con gusto señor.
Esta vez Audrey guardó silencio, Hawes la obligaba a caminar. La llevó por unos largos pasillos, bajaron una larga escalera que parecían no tener fin, cada escalón que bajaba sentía cómo la temperatura se volvía más fría, hasta que por fin vio dónde estaban.
—Su nueva habitación señora—Hawes rió tan fuerte burlándose de ella. La arrojó dentro de una diminuta celda.
—Mírate—dijo Audrey—No eres más que su criado y te comportas como si fueras alguien en esta casa o mejor dicho "algo" porque apuesto que para él eres nada.
El hombre se llenó de ira y con una mano golpeó el rostro pálido.
—Y tú no eres más que una estúpida que cree manejarlo. ¿Te desea? Sí que te desea, como no deseó a ninguna antes pero créeme niñita estúpida que su odio hacia ti es igual de indomable, así que goza las horas que te quedan.
Cerró la verja con violencia apagó las pocas luces que habían en el lugar dejándola en completa oscuridad.
*****
A una distancia de no menos de 600 metros descansaban William y David, aunque éste último si dormía, William no dejaba de pensar en Audrey, trataba de idear un plan para enfrentarse a Salvin pero no se le ocurría nada. El sólo hecho de volverse un asesino lo estremecía eso le dificultaba pensar con claridad en un plan.
—Trate de dormir, lo necesitará.
—No puedo, creí que tú dormías.
—No puedo, estoy tratando de pensar en un buen plan no podemos entrar sin uno.
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Luna de Sangre
Mystery / ThrillerInglaterra siglo XIX Audrey hija de un acaudalado hombre de negocios de la ciudad de Manchester, la vida resuelta a pesar de tener una madre poco afectiva. Un día inesperado su vida cambiará por completo viéndose obligada a dejar su ciudad natal par...