Capitulo 5

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—¿Audrey estás lista?—dijo Margaret entrando en la habitación de su hija.

—Sí ya estoy lista.

—¿Pero qué crees que estás haciendo? De ninguna manera bajarás vestida así.

La joven vestía de negro, su cabello peinado hacia atrás para recogerlo en una moña.

—Es luto madre ¿Si recuerdas a mi padre, tu proveedor, murió hace pocas semanas?

Margaret enfureció ante la actitud de su hija y ante la pregunta que con clara rebeldía le acababa de hacer, sin pensarlo dos veces abofeteó el rostro de su hija obligándola a reclinarse cerca de su cama.

—Te prohíbo—gritó con rabia mientras sujetaba y jaloneaba el brazo de su hija—¡¿Me escuchas?! Te prohíbo que vuelvas a hablarme de esa manera. Jamás vuelvas a desafiarme. Ahora te cambiarás y usarás el vestido turquesa que compré para ti.

Liberó el brazo de su hija, Audrey estaba sentada en la cama mientras cubría su mejilla con su delicada mano, sus lágrimas comenzaron a humedecer su rostro, hacía un esfuerzo por contener las lágrimas de rabia, dolor y decepción.

Margaret en cambio sacaba el vestido del armario con notable molestia, caminó hacia su hija con intención de ayudarla a cambiar, al girar se encontró con una mirada llena de dolor y rabia, ignorándola por completo hizo el intento de tomar su mano para levantarla.

—Nunca, nunca vuelvas a tocarme—susurró Audrey sosteniéndole la mirada—¿Me escuchaste? ¡Nunca!

—No te atrevas...

—Sal de aquí, ¿ese vestido quieres que use? Bien, lo usaré pero sal en este instante

—No toleraré más tus arrebatos, esperaré por ti abajo y más te vale que esta noche te comportes sino te juro...

—¿Qué? ¿Volverás a golpearme? Tranquila madre no les causare problemas, ahora vete.

Margaret decidió salir de aquella habitación no por darle gusto a su hija sino porque se encontraba al punto del colapso, estaba arrepentida de haber vendido a su hija pero no había marcha atrás, no ahora.

Bajó las escaleras lentamente, cuando notó que Agnes subía con una bandeja en sus manos, la miró fijamente deteniéndola con su ya acostumbrada soberbia

—¿Adónde crees que vas?

—Llevo este té a su hija

—¿Quién te pidió que lo subieras?

—Nadie señora, solo creí que tal vez...

—¡Margaret! Deja a Agnes en paz y ven acá, podrías ser útil en vez de estarte metiendo en las cosas de la casa—Lewis estaba furioso.

No le quedó más remedio que dejarla en paz y acudir a la orden de su hermano.

—¿Qué pasa?

—¡¿Qué pasa?! Deberías estar al pendiente de la cena y no de Agnes

—Pasa demasiado tiempo con mi hija.

—¡¿Y eso a mí qué?! Sólo hace el papel que tú deberías hacer.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Margaret a veces creo que tuviste demasiada suerte en que un hombre como Wallace Davenport se casara contigo, eres una estúpida. Ahora ocúpate de los preparativos ¡ya! Estoy harto de tu incompetencia.

El mal humor de Lewis esa noche estaba peor que nunca, sentía la presión caer sobre su cabeza y la única manera que encontraba para desahogar su frustración era gritarle a la persona más próxima.

Luna de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora