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-¿Lu-Luna?-La busqué con la mirada, sin victoria. Maldición.

Al parecer las sombras no pueden verme, ni oírme. O tal vez no les importo. Me acerqué a la puerta, tratando de evitar a dichas sombras, estaba asustada. Ahora mucho más, sin Luna mis fuerzas iban disminuyendo, al igual que mis esperanzas de salir de ese lugar.

Tranquila, Ágatha. Me repetí eso, tratando de calmarme.

Tenía las llaves en mano, sólo debía buscar la puerta que me llevaría hacía mi libertad, a mi casa, hacía mi querida tía Dan.

No pude evitar soltar un sonrisa por la comisura de mis labios, sin duda quería salir de ese maldito lugar. Cueste lo que cueste. Salí del cuarto de vigilancia.

Me remonté a la búsqueda de alguna puerta. Caminé por unos pasillos, con cuidado. No quería que la anciana enfermera me atrapara.

-Ayuda...-escuché una voz algo desgastada, era la voz de una niña.

Dicha palabra venía de una celda, similar a la mía. Me acerqué, la puerta no tenía seguro, así que entré sin problemas. Ella me miró, estaba algo triste.

-¿Estás bien? -Pregunté algo indecisa, aquí no debemos fiarnos de nadie.

-No... ayúdame...-Me mostró sus muñecas, pude ver que en su mano tenía una crayola verde, pero en sus muñecas tenía cicatrices y algo de sangre.

-¿Qué te sucedió?

-Fueron las enfermeras... ellas no quieren que yo pinte.-Dijo señalando con la mirada una hoja blanca en el suelo- Me colocan cadenas en las muñecas y sale la leche roja.

¿Leche roja? Pero... eso era sangre. Me sorprendí por su inocencia, ella era pequeña, llegaría a los mucho a los seis años de edad.

-Ayúdame, haz que la leche roja se detenga.-Asentí con la cabeza, no me gustaba ver a una niña tan pequeña sufriendo.

Suspiré, y comencé a rebuscar la habitación. Debajo de un armario encontré telarañas, no me asusté. Tenía que encontrar algo y no me detendría. Entonces mis manos se toparon con algo.

Una caja.

La cogí con mis dedos, estaba algo alejada de mi alcance, pero lo logré. Al sacarla descubrí que era una caja de curitas, parches, tiritas o como quieran llamarlas.

Era casi nueva, seguramente se le habrían caído a alguna enfermera. Sin dudar, saqué unas cuántas y cubrí algunas de sus heridas.

-Gracias-dijo casi entre sollozos mientras se abalanzaba sobre mí-Toma esto...-Me extendió su crayola, era de color verde.

-No, no es necesario.-Traté de negarme- Puedes quedártelo.

-Insisto-profirió mirándome, su mirada era de color ámbar.-Toma.

Sin darme tiempo de negarme de nuevo, me dejó la crayola en mi mano y la cerró sobre el dicho objeto. Lo coloqué en un bolsillo que había en mi ropa. Estaba de pie y me dirijia a la puerta.

-Tal vez tú me puedas ayudar.-Necesito ayuda-¿Sabes dónde está la salida?

-Sí, las enfermeras dicen que está abajo-¿Abajo?

Señaló con su dedo el suelo, y posteriormente susurró:

-Ten cuidado, no querrás ver que cosas hay ahí.

-¿Tú sabes que hay ahí?-Ladeé la cabeza, sus palabras me intrigaron.

-Algo peor, yo estuve ahí...-Pude ver como se hacía bolita, ella ya no quería hablar.

Me fui sin decir nada, al cerrar la puerta escuché que decía en voz baja "No te fijes en nada y no recuerdes nada". ¿Era eso un mensaje para mí?

Seguí vagando por los pasillos, todo era muy silencioso. Bajé por unas escaleras, ahora sabía que debía ir pisos más abajo. Mi salida estaba cerca.

Al bajar un piso, me di cuenta que ahí hacia un frío intenso. Comencé a tiritar levemente. Escuché unos pasos, me asusté. Tal vez era una enfermera o el guardia, dando rondas por el lugar, dispuestos a castigar a cualquiera que no estuviese en su celda. Ese era mi caso.

Traté de abrir las habitaciones de los pasillos, no podía abrirlos. Tenía seguro o ,tal vez, hasta candados. Con mi última esperanza abrí una puerta. Entré y cerré la puerta.

Grave error. Quise salir de ahí, había una sombra. Un bebé que parecía estar llorando, pero que sin embargo no emitía sonido. Me acurruqué en una esquina y coloqué las manos en mi cabeza.

Nada de esto esta pasando, esto no es real. Repetí varias veces en mi mente, pero esto no funcionó. La pequeña sombra seguía ahí.

Escuché unos pasos detenerse frente a la puerta. Oh, no. Llevé mis manos, de mi cabeza, hacia mi rostro. Para evitar hacer ruido con mi respiración.

Ayuda.


Mi amiga la Luna #FesBooksAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora