CAPÍTULO 20

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-¿Estás segura de esto?

-Segurísima -digo casi sin apartar la boca de los labios de Alan.

Sus manos recorren todo mi cuerpo, de arriba a abajo, ni un centímetro de mi piel queda sin su aroma.

Mi respiración cada vez es más acelerada y estoy un poco asustada pero intento disimularlo. Quiero hacer esto, sé que ha llegado el momento y que algún día iba a suceder.

Alan me agarra por la cintura y suavemente me sienta en el borde de la cama, sin esperar, me quita la camiseta y yo le ayudo levantando los brazos.

Me vuelve a coger y ésta vez me acuesta. Ahora soy yo quién le quita la camiseta y observo su cuerpo tonificado mientras mis manos lo acarician.

Desabrocho sus pantalones, los bajo y Alan se los termina de quitar, hace lo mismo con los míos y luego con la ropa interior de ambos. Me da un beso en la frente y luego me guiña un ojo.

Baja sus manos hasta mis muslos y comienzan a ascender mientras nos besamos. Mi respiración entrecortada. Le acaricio las mejillas y poco a poco se va introduciendo en mí.

(-)

-¿Has terminado el libro para el examen de lengua?

-Si y no me ha gustado nada.

-Venga que tan sólo quedan unas semanas de clase y ya luego selectividad.

-Dios, te odio. ¿Cómo puedes estar tan tranquila y motivada en segundo de bachillerato? Yo estoy harto, cansado, agobiado, aburrido, necesito que termine este infierno.

-Qué exagerado eres, Marcos. Pues no sé, ya sabes que para mí estudiar no es un problema, me gusta.

-Qué guapo es el camarero nuevo ¿no?

-¿Cuál nuevo?

-El que se dirige a nuestra mesa, disimula. Ya nada, tonta, se ha dado cuenta de que hablamos de él.

Marcos y yo estamos en la cafetería de siempre, con los libros de historia de España encima de la mesa. Ahora que se acerca el verano, hace muchísimo calor en la biblioteca.

-¿Qué vais a tomar? - pregunta el camarero mientras se ríe.

-Un helado de vainilla -dice Marcos.

-Yo uno de frutas del bosque.

Cuando se va le digo a mi amigo:

-Boh, no es nuevo, es el de siempre, solo que se cambió el color y se cortó el pelo.

-¿En serio?

-En serio.

-Vaya, cuanto te has fijado.

Lo miro mientras nos hace los helados. No es que me haya fijado en él, es que un chico así no pasa desapercibido. Seguro es dos o tres años mayor que yo. Es alto, ahora rubio y creo recordar que sus ojos son marrones.

-Que va.

(-)

-Eso es todo por hoy, suerte en el examen de mañana. Recordad que es el último, esforzaos, aunque tengáis una última oportunidad en el global, intentad hacer bien este. El que apruebe, habrá superado la asignatura.

Cuando se va la profesora de historia, Cinthia, la delegada, se acerca a mí. Lleva los labios rojos y ese moño bajo que tanto la caracteriza.

-Eres la única que no está apuntada.

-¿Para la graduación?

Asiente.

-Posiblemente.

-Yo...eh...lo siento.

-¿Por? - pregunto sorprendida.

-Por todo. Por no haberte ayudado nunca en nada. Eres la persona más fuerte que conozco y no te mereces nada de lo que te ha pasado.

-Nadie se merece una vida difícil. No debes pedirme perdón.

-Éramos amigas.

-Lo sé.

-Mejores amigas y te perdí por idiota.

-No te culpo. Nos separamos después de la muerte de mi madre y cuando empezaron los problemas con mi padre. Yo no quería hablar con nadie y tú eras una persona muy sociable, buscaste otras amigas y me dejaste.

-Debí de haberte apoyado.

-Teníamos diez años. ¿A qué viene todo esto? ¿Quieres limpiar el karma o algo así?

-No. Sólo que me da rabia que esto haya pasado, que estés tan sola y no vengas a la graduación.

-No estoy sola y tengo motivos para no ir a eso. Lo siento, pero quiero tener al menos cinco minutos de recreo.

-Está bien, pero me gustaría volver a hablar contigo.

No le contesto y salgo del aula.

-Un ocho en el examen de inglés.

-Olé. Felicidades Marcos.

-Cuanto has tardado. ¿Se alargó la clase?

-No, me quedé hablando con la delegada.

-¿Eso es que vienes?

-NO. Y cómo alguien más me hable de la graduación no voy a responder ante mis actos.

(-)

Por la tarde vuelvo a la heladería. Esta vez sin Marcos, hoy me apetece estar sola.
Dos minutos después de tomar asiento, el camarero se acerca a mi mesa.

-Vaya. ¿Hoy vienes sola?

-Si -digo mientras abro el portátil.

-Un helado de frutas del bosque ¿Verdad?

Asiento mientras noto como mis mejillas se comienzan a calentar.

-¿Para quién?

-¿Cómo? - pregunto.

-Que como te llamas -comenta el camarero riendo.

-Oh. Alexandra.

-Yo soy Daniel , por si te interesa.

Después de traer mi helado, Daniel se sienta en frente de mí.

-¿Te importa? Aprovecho que no hay gente que atender para averiguar cosas de ti. ¿Estás estudiando?

Asiento mientras pongo las manos en las mejillas para ver si enfrían.

-No te pongas roja, no muerdo mujer.

-¿Sabes? Es peor que digas eso, la gente que nos ruborizamos, lo odiamos. Y sí, estudio historia.

-Ah. ¿Segundo de bachillerato?

-Si. ¿Tú?

-Yo también estudio, trabajo aquí para poder pagar la carrera, mis padres lo hacen, pero me gusta ayudar y prefiero valerme por mi mismo.

-¿Y qué estudias?

-Económicas, es mi tercer año.

Hablamos bastante rato, es un chico muy inteligente y educado. Un chico que vale la pena conocer.

A veces te quiero. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora