CAPÍTULO 10

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El sábado por la mañana me despierto a las siete para ir a correr. Llevo desde las navidades sin hacer deporte. Durante las vacaciones iba con Alan, pero desde que empezó el curso dejé de ir por falta de tiempo. Él sigue yendo, ya que tiene que hacer bastante deporte e ir a entrenar.

Espero que hoy no esté por aquí, pero por si acaso, cambio la ruta. Desde hace dos días, el día que discutimos, no lo veo. Las únicas personas con las que utilizo el móvil son él y Marcos, pero como a mi amigo lo veo, apagué el teléfono y lo guardé en el cajón para no contactar con él.

Mi psicólogo me dijo que intentara relajarme, ya que desde ese día y gracias a las discusiones con mi padre, me dieron bastantes ataques de ansiedad. Me recomendó que volviera a ir a correr e intentara olvidarme de todo.

A diferencia del primer día de Navidad, hoy sí he desayunado, pero me encuentro con menos fuerzas. Media hora después casi no puedo ni respirar. Me da igual, sigo corriendo, y sigo, y sigo, hasta que ya no puedo más y hasta que llego al final del paseo, que coincide con el final de la playa.

Me subo al muro, un simple movimiento y estaría nadando entre las olas. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que estaba llorando. El aire me remueve todo el pelo y hace que roce mi cara.

Tras varios segundos mirando el mar, comienzo a gritar, antes de ello, me aseguro de que no hay nadie alrededor. Grito de nuevo, hasta que noto débil mi garganta. Después, me voy a mi casa, dispuesta a vivir un nuevo día.

Al llegar, me ducho y me cambio de ropa. Cojo el portátil y me voy de casa. El camino me lleva hasta una cafetería en el centro de la ciudad, pido un zumo y me pongo a escribir.

-¿Qué tal estás, cariño?

-¿Marcos, qué haces aquí?

-Quería hablar contigo, fui hasta tu casa y tu padre me dijo dónde estabas. Quería contarte algo, pero viendo cómo estás...

-Estoy bien. Dime.

-Tengo novio, desde ayer -en su cara se dibuja una sonrisa.

-Oh, eso es genial. Que rápido ¿no? Quiero decir ¿Desde cuándo lo conoces?

-Desde hace unas semanas, empezamos a hablar y... quedamos un día y otro y otro. No todos somos tan como tú, te lo digo en plan bien.

-Oh y, ¿Por qué no me lo contaste? Yo te hablé de Alan desde un primer momento.

-No te enfades, pero casi no nos conocíamos y eso...

-Ah, bueno. -me duele, pero me callo - ¿Y a qué te refieres con "tan como yo"?

-Pues que no todos necesitamos casi dos meses para estar con alguien. Conoces a Alan desde hace ese tiempo y aún sigues teniendo miedo.

Después de esta conversación, le pido que se vaya y me deje sola, me está poniendo bastante nerviosa.

Me quedo pensando. ¿A qué le tengo miedo? ¿A enamorarme o a que me hagan daño? ¿Estaré enamorada ya? Lo que siento por Alan no lo había sentido nunca, no había llegado a tanto.

(-)

Por la tarde me quedo tirada en la cama haciendo los deberes y escuchando música.

-¿Podrías bajar eso? -mi padre acaba de entrar en la habitación - Patricia y yo estamos cansados y vamos a dormir la siesta.

No le contesto, ni le miro. Estiro el brazo para alcanzar el portátil y subo el volumen. Secrets de One Republic se empieza a escuchar en toda la casa.
Se va y cierra la puerta de un portazo, vuelvo a dejar el volumen como estaba antes.

A veces te quiero. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora