CAPÍTULO 22

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-¿Sabes? Hay gente que es capaz de decirlo a los dos días, como si fuera algo sin importancia, pero yo respecto a mis sentimientos soy muy sincero y hasta que no lo siento real, no lo digo. Me estoy enamorando de ti, eres la persona más especial que conozco y te quiero.

No. No, esto no. No puede ser. ¿Cómo hemos llegado a esto? No puede estar enamorado, ahora haga lo que haga le va a doler.

-Sería bueno que dijeras algo. -insiste Alan.

-Oh ya...es que no me lo esperaba. Me has dejado... Yo...también te quiero.

Es la segunda vez que me lo dice, la primera fue en mi cumpleaños, pero la sensación que me producen ahora esas palabras son totalmente diferentes. También estoy empezando a enamorarme, a quererle, y es algo que no quiero. Tengo que alejarme antes de que esto llegue a más.

Nos besamos, pero el beso también es diferente.

-¿Qué te pasa? -pregunta Alan preocupado.

-Nada.

-¿Estás bien? -vuelve a preguntar.

-Perfectamente -digo con una sonrisa fingida en el rostro.

(-)

-No puedo más -digo con lágrimas en los ojos - Esto duele mucho.

-Se llama amor -responde mi psicólogo.

-Lo sabía, sabía que no debería de haber seguido, que tendría que haber parado antes de empezar a sentir.

-¿Cuál es el problema? ¿Que se ha enamorado de ti o que tú te has enamorado? ¿Quieres vivir así toda la vida? ¿Alejándote de la gente que te quiere? ¿O quieres tratar la filofobia? Te dije que era difícil, pero no imposible.

-Ya no sé ni lo que quiero - contesto.

-Tendrás que poner un poco de tu parte.

(-)

-Te noto rara -dice Daniel, el camarero de la heladería, cuando trae el helado a mi mesa.

-Sólo es cansancio.

-¿Segura?

-Segura.

-A este helado estás invitada - dice.

Varios minutos después, cuando todas las mesas están atendidas, se acerca y se sienta en frente de mí.

-¿A que adivino algo? Te encanta leer.

-Vaya. ¿Es porque se me nota en la cara no? - respondo - ¿O es tal vez porque estoy leyendo? -me río.

-¿Cuál es tu libro favorito?

-El Gran Gatsby. ¿Y el tuyo?

-Uau gran libro. El mío es La Tregua. -dice Daniel.

Pongo la mano en la boca con un gesto exagerado.

-¿Te puedes creer que no lo he leído? -digo al fin. Pero lo tengo pendiente.

-No, no lo puedo creer, que sea tu próxima lectura eh.

(-)

Me encuentro en mi sitio especial, en ese claro del bosque. La luz se introduce a través de los espacios que hay entre las hojas. Estoy apoyada en una piedra, con la cabeza agachada. De repente, un ruido me aleja de mis pensamientos.

-Sabía que aquí te iba a encontrar.

Alan.

-¿Cómo? Creo recordar que nunca te hablé de este lugar.

-No lo hiciste.

-¿Y entonces?

-Es difícil de explicar. ¿Cómo te encuentras? -dice Alan - Llevo varios días dándole vueltas a todo, buscando algo que me explique que hice mal, parece que todo es así contigo.

-No es tu culpa. Todo en mi cabeza está mal.

-¿A qué te refieres? ¿Es por el problema de enamorarte? Yo te puedo ayudar, déjame hacer algo.

-No hay nada que hacer Alan -digo llorando.

-¿Entonces? ¿Vas a esconderte cada vez que te enamores? Si lo vas a hacer, deja que me esconda contigo, no me alejes por favor.

-Te quiero, Alan, pero hay algo en mí que no está bien, déjame arreglarlo.

-¿Cómo?

-Yo -digo con dificultad - No puedo seguir siendo tu novia, sí, pero no.

-Me he perdido. ¿Quieres estar conmigo?

Asiento.

-¿Entonces?

-¿Podemos tener lo que tenemos ahora pero siendo amigos y sin decirle a nadie? Eso me facilitaría las cosas, creo.

-Eso es raro, pero estoy dispuesto a todo por ti.

Me levanto y me siento en su regazo, lo abrazo con fuerza y luego lo beso.

Más tarde, vamos a la heladería de siempre.

-¿Qué vais a tomar? -pregunta Daniel.

-Yo un helado de plátano -dice Alan.

Sin darme tiempo a hablar, el camarero dice:

-¿Un helado de frutas del bosque no?

-Eh...no, ésta vez un zumo de naranja.

-Está bien - contesta, me guiña un ojo y se va.

Cambio mi visión hacia Alan, noto como estoy ruborizada y él tiene tensa la mandíbula y aprieta los puños.

Varios minutos después nos traen las cosas.

-Acábalo -dice Alan con violencia.

-¿Qué?

-El zumo, rápido.

Él no toma su helado, lo estampa contra la mesa y me mancha la camisa. Bebo mi zumo con rapidez pero antes de que lo acabe Alan deja dinero en la mesa y me agarra por el brazo hasta la salida, dónde me zarandea y luego me suelta.

-¿Era por eso no?

Por el tono de su voz y sus gestos puedo notar que está enfadado, nunca lo había visto así.

-¿Qué? -pregunto confundida.

-¿Tienes algo con ese chico?

-¿Con el camarero? Claro que no.

Intento responder tranquila, pero me tiembla la voz.

-No me mientas joder. Por eso ya no quieres estar conmigo, no quieres que él sepa que tienes novio. ¿Es eso no?

La gente de la terraza nos empieza a mirar preocupados y yo intento calmarlos con la mirada, no quiero que se metan ni que llamen a la policía.

- ¡Responde! - grita.

-No, no es eso.

-Pusiste la mierda de fobia como excusa para estar con los dos y si no te sale bien vuelves conmigo. Es así. ¿Verdad?

-Alan, no. Para, te estás confundiendo.

-Te odio. -dice con lágrimas en los ojos, y se va.

Parece ser que sí, que del amor al odio hay tan sólo un paso.

Me quedo sentada en la acera, llorando, bajo la mirada de la gente que toma tranquila y feliz su helado en la terraza y de la gente que pasa por mi lado.

-¿Estás bien?

-Daniel, vete, por favor.

-¿Qué mierda ha pasado? ¿Quién era? ¿Tu novio?

Apoya la mano en mi hombro y yo la aparto con brusquedad.

-Qué te vayas joder -grito, me levanto, me seco las lágrimas y me voy.

A veces te quiero. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora