Capitulo 1: "Y el peso de este mundo se está volviendo más difícil de sostener"

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Lunes 13 de Julio, 2015.

Andrea observaba las noticias matutinas sentada comiendo su desayuno, hablaban sobre una desgraciada pareja que habia sido asesinada en su propia casa. Uno mas en los casos de los ultimos dias, pues como aquel ya habian ocurrido varios homicidios. El asesino parecia no tener una relación estricta en cuanto a sus victimas, como lo hacian otros asesinos famolsos, como si solo matara por diverción.

- Andy... -

La voz de su madre la sacó de su ensoñación, Laureen bajaba las escaleras ya lista para irse al trabajo, ella era una mujer muy hermosa, con el cabello lacio y largo callendole por la espalda como chocolate liquido y los mismos preciosos ojor grices que poseia Andrea; seguida de Anthony, su padre que lucia un esplendido traje echo a medida, con las facciones bien definidas e incluso la barbilla ligeramente partida. Ambos eran reconocidos miembros de un bufete de abogados importante en la ciudad, por lo que no acostumbraban mucho estar en casa, pero no la traia con cuidado.

- ¿Puedo faltar a la escuela hoy? - preguntó Andrea con reproche y frunciendo el ceño.

- Pero ya faltaste dos veces en esta semana - replicó su padre mientras se arreglaba la corbata roja - ¿Que pasa con tus examenes?-

- Son la proxima semana - respondió - Pero puedo estudiar aqui -

- ¿Por qué no quires ir?- La mirada entrecerrada de su madre provocó que se encogiera en su lugar. Si, tenia sus razones, pero era demaciado ridiculo querer faltar solo por algunos chicos molestones, asi que se quedo callada y encogió los hombros.

- Odio la escuela - Su padre soltó una carcajada después de tomar un trago de café.

- Adolescentes - Laureen acompañó a su esposo con la risa y Andrea solo los miró con una sarcastica sonrisa. Era obvio que odiaba la escuela, pero no solo eso, sino tambien a los que asisitian a ella, era tener que sentarse cinco horas seguridas escuchando a un maestro que decia cosas que a ella poco le importaban y aguantar que le lanzaran bolas de papel o tapas de boligrafos a la espalda o a la cabeza, era tener que aguantar insultos y criticas de chicos y chicas superficiales y materialistas que tenian mas dinero que cerebro.

No tenia ni un solo amigo y durante los descanzos preferia ir a algun lugar donde prodria estar sola y sin que la molestaran, leyendo o haciendo cualquier cosa.

En torno a eso, habia algo que a Andrea le parecia extraño; el odio por los que la molestaban habia ido cresiendo con cada burla, con cada critica y cada golpe, algo dentro de ella rogaba con ansias hacerles daño, pero no el tipo de daño que producen las palabras o los simples golpes, lo que ella queria era que suplicasen de rodillas por sus miserables vidas. Era un sentimiento que crecia dentro de su pecho al igual que una burbuja, y luchaba cada vez mas por retenerlo dentro de sí. Habian existido dias en lo que habia fantaseado con torturalos, con matarlos, y eso ademas de causarle confución o cualquier otra cosa, le hacia sentir miedo, miedo de lo que pasaria el dia en el que la burbuja explotara.

- Bueno...- la voz de su padre a arranco de sus pensamientos, poniendole de nuevo los pies en la tierra. No era normal que pensara en esas cosas, ¿o si? - Iras a la escuela hoy, Andrea, y no es tema de discución, asi que andando - Andrea tomó su ultimo sorbo de café y subió a lavarse los dientes.

Algunos minutos mas tarde, se encontraba saliendo del auto de sus padres frente a la escuela, aun que habia insistido ardientemente que la dejaran antes de llegar, se colgó la mochila al hombro.

- ¡Que tengas buen dia, cariño! - le gritó su madre desde el asiento del conductor antes de que cerrara la puerta.

- ¿Tienes dinero? - preguntó su padre.

- Si - respondió ella - Pasaré por la biblioteca después de clases, llegaré para la cena -

- Muy bien, te esperaremos, linda - le sonrió Laureen y luego se mantuvó en silencio mirando a su hija de una manera que Andrea no supó identificar en sus ojos grices. - Te queremos, hija - su padre la miró tambien y apoyó las palabras de su esposa con un asentimiento, mirandola de la misma menera extraña.

Andras asintió, reprimiendo la idea de fruncir el ceño. ¿Por qué le decian eso ahora?

- Los veré luego - emprendió el camino hacia al entrada de la escuela. Mientras subia las escaleras, se colocó el gorro de la chamarra negra esperando que asi nadie notara su presencia, metio las manos en los bolsillos y agachó la cabeza.

Por donde pasaba, la gente evitaba verla demaciado, se susurraban cosas y luego reian a carcajadas, seguramente burlandose de ella, Andrea se esforzaba por ignorarlos, pero no era demaciado fácil.

Como desearia matar a esas personas.

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