Capítulo treinta y ocho: Cita.

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Kylie.

Madre de la misericordia.
¿Cómo que no me he desmayado todavía?

Siento el corazón fuera del pecho, las mariposas volviéndose águilas en mi interior y mi cuerpo incapaz de quedarse quieto.

Luke me hacía sentir tantas cosas, que era imposible contarlas.

Una canción de Radiohead llenaba el ambiente tenso entre nosotros.

No la conocía, pero por lo que me contaba Chelsea, era de sus bandas favoritas.

Chelsea... nunca me sentiré lo suficientemente mal por haberle robado a Luke.

Todo es mi culpa.
Y ahora estoy aquí, con el chico que lleva mi corazón... el mismo chico que llevaba el de mi hermana.

Dios mío, esto apesta.
Yo apesto. ¿Qué clase de hermana soy?

- Has estado muy callada -dijo Luke, dando vuelta a la izquierda y mirándome de soslayo.

Sonreí.
- Lo siento. Estoy pensando muchas cosas.

- Cuéntame. Te ayudaré a encontrar la solución -aseguró.

Suspiré.
- Soy muy mala hermana, en serio. Y sé que probablemente ella ya esté bien con ello pero... aún me siento terrible.

- Oh... pero, Kylie. No es culpa tuya... es mía.

- Luke, no. Tú no tienes nada que ver. A lo mejor te equivocaste al andar con ella pero, a tus ojos, yo era una imposible y merecías seguir adelante. Además ni sabías que éramos hermanas. Uno no escoge a quién quiere.

Luke puso su mano en mi rodilla.
- Lo mismo digo, Lie. Uno no escoge a quien querer.

- ¿No es así? -susurré pensándolo.

- No, créeme. No es como que quisiera caer por una chica que no hacía más que ignorarme y patearme cuando lo quería -se rió.

Separé mis labios con sorpresa.
- ¡Fue sólo una vez! Además estabas pasándote de la raya...

- De todos modos me dolió y te juro que no me lo esperaba. Yo sólo quería un abrazo -hizo un puchero.

- Ah, ¡no hagas eso! -me reí y me crucé de brazos.

- ¿Por qué?

- Me dan ganas de...

Se le prendió fuego a su cara.
Puso una expresión de estupefacción en su rostro.

- ¡Kylie! No digas ese tipo de cosas, no ahora, por favor -exclamó.

Me quedé rígida.
- ¡No pensaba decir algo sucio!

- Apuesto a que lo pensaste -sonrió.

- Un beso no es nada sucio -le solté.

- Pues no, pero si es contigo, hasta las cosas más inocentes siempre van a ponerme... -le interrumpí.

- ¿Te molestaría tanto posponer tu modo pervertido por un momento? -inquirí.

Se echó a reír.
- Nada me va costar si es para ti, chispita.

Nos quedamos en silencio y disfruté el sonido que emitía  la radio.

Entonces caí en cuenta.
- ¿Me acabas de llamar chispita?

Se encogió de hombros.
- Claro, es uno de los sobre nombres que especialmente te he designado.

- ¿Ah sí? ¿Y por qué chispita?

El novio de mi hermana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora