Capítulo II

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Estaba buscando la maldita escoba para barrer la suciedad de los establos. No la encontraba por ningún lado. Seguramente Max, mi compañero y mozo de cuadras la habría escondido en algún lugar. Este odiaba tanto su trabajo casi tanto como yo lo odiaba a él, el amor era mutuo.

Yo era la única chica que no trabajaba limpiando puertas y ventanas, suelos y paredes para que el mismisimo rey se viera reflejado. No me mal interpreteis, es un trabajo muy honrado pero yo prefiero cuidar de los caballos.

Llegue a este puesto por herencia. Mi tío murió y este al no tener descendencia su puesto paso a mi y esto hizo que Max se enfureciera, ya que yo me llevo mejor con nuestro instructor y superior Saturno, el cual lleva trabajando aquí antes de que el rey naciese. Mi tío trabajaba por y para los caballos. Mi sueño es hacer que toda esta desigualdad se rompa y cumplir el verdadero sueño de mi tío: ser nombrado caballero.

-Rosaura ¿buscabas esto?- oi una voz detrás de mi. Era William, Will para los amigos, otro de mis compañeros, un gran amigo, como un hermano.

Lo conocia ya antes de entrar a trabajar en palacio, eramos vecinos. Mis padres llevaban la panadería del pueblo y los suyos, bueno su padre había fallecido el invierno pasado y su madre trabajaba como sirvienta en el castillo.

-Si, muchas gracias- le agradecí- y ya sabes que me puedes llamar Ro.

-Ya lo se pero me gusta que siempre me eches la bronca por llamarte Rosaura- dijo gracioso.

-Vale vale esta te la guardo- le dije mientras le robaba de las manos la escoba- Y ahora a trabajar.

Me pasé la mayor parte de la mañana barriendo aunque cada poco me paraba a contemplar los majestuosos corceles que allí se encontraban. Mi favorito era uno al que pocos le prestaban atención, era una yegua bastante joven color crema, no tenía nombre así que yo la apodé Cristal. A la mayoría de los nobles y caballeros les gustan los enormes pura sangre, eran preciosos, dignos de admirar, pero Cristal tenía algo especial.

Will estaba dando de comer a los caballos, Max recogiendo los excrementos, castigo que Saturno le había impuesto al molestar a un caballo para que el animal arreara una coz al pobre Simón, un muchacho que casi no hablaba, era como una sombra pero aún asi buena persona. Los cuatro, cinco con Saturno formabamos, como a nosotros nos gustaba llamarlo El escuadrón de cuadrerias. Eramos libres de soñar con algo mejor, nos lo recordaba cada día nuestro instructor.

-Ya es la hora- me avisó Will.

Tenía que preparar a Furius, el caballo del rey, para que Saturno lo sacara al patio. Él era el único que podía, ya que era el principal mozo de cuadra. Yo solo lo podía sacar para algún que otro caballero primerizo. Algún día me arriesgaría a sacar el de la princesa, algún día.

Entre tanto peiné la crin del caballo, lo ensille y le di las riendas a Saturno, lo seguí con la vista hasta que desapareció por la puerta llevandose tras él al galante corcel.

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Hola esperamos que os haya gustado este capítulo. Nos gustaría que si hay algo que nos pudierais decir para mejorar nos lo dijerais en los comentarios ya que somos escritoras primerizas. Seguir leyendo, darle una oportunidad si no os a gustado y bueno eso es todo esperamos que lo disfruteis y esperamos publicar un capítulo pronto.

~Se despiden las doncellas literarias.~

Trenzando mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora