Capítulo X

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Tras el paseo con Caliandra entre de nuevo al castillo y al dirigirme a mi habitación, una doncella se acercó y me dijo que Edith me esperaba en el salón central. Me dirigí allí sin poder evitar sentirme algo preocupada, casi todas las veces que nos reuníamos allí no eran para dar muy buenas noticias que digamos: allí fue donde me entere que murió mi abuelo, donde me castigaba cuando me escapaba al pueblo, donde me enteré que me iba a casar... y miles de cosas como esas.

Allí me esperaba Edith, estaba de espaldas a mi, mirando por la ventana y no se enteró de mi presencia hasta que hablé.

-Buenos días madre.

-Buenos días Triana- respondió sin girarse siquiera.

-Buenos días hija- me saludó una grave voz, mi padre que estaba sentado en el enorme trono. No le había visto al entrar.

-En cuanto llegue tu hermano repasaremos lo de su coronación  para que mañana salga todo perfecto -explicó mi madre.

Se me había olvidado completamente, mañana Unai se convertiría en el nuevo rey. Y si eso era mañana significaba que en un par de días conocería a mi prometido. ¡Qué horror!

-De acuerdo.

Esperábamos y esperábamos pero no llegaba, al cabo de lo que se me antojaron horas, llamaron a la puerta. Los tres pensábamos que finalmente sería Unai pero en su lugar, había un grupo de sirvientes.

-Majestades, el príncipe no aparece, lo hemos buscado por todos lados -dijo el más alto de todos, con la mirada baja, sin atreverse a levantarla.  

-Es como si se lo hubiera tragado la tierra -prosiguió otro.

-Seguid buscando -ordenó Edith.

                           ***

Llamaron a la puerta. Un caballero entró y atravesó la sala rápidamente y se arrodilló ante mis padres.

Sus Majestades, -hizo una pausa para recuperar el aire, debía de llevar horas corriendo. -Tengo una nota para ustedes.

Su espada estaba rota y estaba cubierto de tierra. Dejó la nota en el suelo, al pie de los tronos y tras una rápida reverencia abandonó la habitación. Instintivamente me lancé a por la nota pero Edith se levantó y me la arrebató de las manos. La abrió y leyó en voz alta:

Para nuestros queridos reyes:

Supongo que ya habéis notado que vuestro hijo no está. Tranquilos, esta bien, esta con nosotros. No le haremos nada si hacéis lo que queremos, si lo cumplís os lo devolveremos. Si no, le mataremos, ¿y no queréis eso verdad?
A cambio del príncipe Unai, una parte de vuestro territorio pasará a ser gobernado por nosotros.

Saludos,
               ■■■■■■■

Cuando terminó de leer sin variar ni un ápice su tono de voz, tan neutro y carente de emociones, le quité la nota de las manos.

-No puede ser verdad. -Sin creerme lo que decía, releí la nota para mi y desgraciadamente, lo que acababa de leer Edith era cierto.

-Triana retírate a tu habitación, tu padre y yo tenemos que hablar.

-Pero...

-¡He dicho que te vayas!

-Como desee madre. -Me dirigía a la puerta cuando mi madre volvió a hablar.

-Dile al primer sirviente con el que te cruces en el camino que llame a un mensajero.

Y así hice. Una vez en mi habitación me puse a pensar en que pasaría con mi hermano. Me quede viendo el techo hasta que llamaron a la puerta.

-Adelante.

-Hola Triana -saludó alegre Cali, debo de tener mala cara porque hablo con otro tono más apagado.- ¿estás bien?

-Han secuestrada a mi hermano- le expliqué triste.

-¿Qué?

Y le conté lo que había pasado en las ultimas horas.

-Lo que pasa es que mi madre no quiere dejar de ser reina. Nunca quiso tener hijos. Nos tuvo por mi padre, si llega a ser por ella no da a luz a nadie. Prefiere intentar mediar con ellos aunque sabe que será inútil.- me desahogue con Caliandra y a medida que lo hacía, el nudo que tenía en el estómago iba desapareciendo.-siento estar desahogándome contigo.

-No pasa nada, para eso están las amigas.

-Me siento tan impotente, mi hermano no está y yo no puedo hacer nada.

-¿Quién ha dicho que no puedes?

Toc, toc, toc...

-Adelante -dije un poco molesta porque no pudiera preguntar a Caliandra a que se refería, por la puerta entró el caballero de antes.

-Hola, siento molestar, solo quería darte esto -argumentó mientras me entregaba la espada rota que le había visto antes. -Es la de tu hermano, supuse que te gustaría tenerla.

-Gracias.- dije intentando sonreírle.

Al salir el caballero de la sala se me entrecortó la voz pero aun así le dije a Caliandra:

-Tengo que hacer algo no me puedo quedar aquí esperando a que algo pase.

-Yo te ayudare.

-Muchas gracias Cali.

-Primero tenemos que crear nuestro propio ejército.

-Sí, reclutaré a los mejores caballeros de estas tierras.

-No podemos hacer eso, ellos son fieles a la reina y le preguntarán y entonces nos descubrirán. Yo tengo unos amigos que seguro que nos ayudarán.

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Mañana a clases :’(

Esperamos que os guste el
capitulo. Comentad y dadle a la estrellita.

~Se despiden las doncellas literarias.~

Trenzando mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora