Capítulo 9

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Adrián era un empresario exitoso. Había forjado su Imperio a base de la  absorción de empresas en las cuales, los dueños anteriores firmaban la compra-venta de sus inmuebles, incluyendo sus negocios y todo lo que se relacionaba a su empresa y después desaparecían sin dejar ningún rastro.
Le extrañaba mucho a varios detectives pero o nunca encontraban algo o desaparecían igual.
Nada lograba explicar lo sucedido, y el desconcierto también estaba entre los trabajadores de las empresas que cabían en casi todos los campos laborales existentes.
Desde intendentes hasta grandes ingenieros. Todos desempeñaban una tarea al día y se iban a casa. Lo que lograban no era mucho y no explicaba las grandes ganancias que aparecían en las múltiples cuentas bancarias de todo el mundo en donde, como propietario, tenía el nombre de Adrián Castro.

El gran empresario lograba quitarse de encima a cualquiera que se metiera en su camino.
El poder de la familia era tan grande como el misterio que envolvía su éxito.
Adrián Castro tenía 3 descendientes. El mayor había sido asesinado y los otros dos hijos no eran cómo el empresario hubiera querido.

El problema, o cómo él lo consideraba, era su hijo Rylan.
Se había arriesgado demasiado al acercarse de esa manera a una de las hijas de Maddy.
La vampiresa no era una de esas simples que para ser más fuertes se andan en grupo, era una mujer feroz, era la más fuerte que nunca antes hubiera conocido.
La esposa de Adrián era una vampiresa muy fuerte, pero no se comparaba con Maddy. Parecía tener algo diferente.

Existían muy pocos que sabían sobre el pasado de esa vampiresa, y no era el caso de Adrián. Quería saber como se había vuelto tan fuerte, quería buscar el modo de él hacerlo también o si era posible, mucho más fuerte.

Si Maddy descubría a Rylan, sería asesinado sin contemplaciones. Era algo realmente arriesgado y Adrián tenia otros planes para su hijo.

El empresario debía asegurarse de que Maddy no descubriera a Rylan, dentro de unas horas habría una reunión entre ellos, y era un momento crítico.

Le había llegado un informe sobre la posición actual de Maddy, y eso le daba alguna ventaja.
Debía causarle mucho daño para que no se entrometiera hasta que fuera el momento oportuno.
Pero por ahora, los minutos, las horas eran algo que no se detenían y se debía hacer algo para lograr un poco más.

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Un lugar tranquilo y como única melodía, una cascada de agua cristalina, una de las muy pocas que quedaban, con el alto contraste de las aguas que las ciudades desperdician día a dla y son expulsadas a los mares a través de su sistema de drenaje.
Era uno de los lugares favoritos de Maddy, había césped por todos lados, árboles, flores... Todo un paraíso.
Ella lo llamaba «pedazo de cielo».
La hermosa criatura asistía ahí muy seguido, lo hacía para sentirse mejor y para recuperarse, era un sitio donde ninguna persona podría llegar.

Sus ojos color cafés se deleitaron de satisfacción cuando observó aquella cascada y su piel se erizo cuando la brisa cubrió su rostro y una sonrisa nació notando el placer que le causaba estar ahí.

«Aquí comenzó todo» Pensó.
Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla y recobró la compostura al cabo de unos segundos.
Pero los recuerdos no la abandonaban.
-Si supieran el secreto que esconde este lugar.
Murmuró.
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«Ya lo tengo.»
Pensó Adrián.
Llamó a uno de sus guardias.
-Quiero que Frost le haga una visita a Maddy.
-¿F...Frost?
Preguntó el temeroso Guardia.
-¿No me has escuchado bien?
-S...Si señor.
Se marchó.
-Quiero saber que tan fuerte es Maddy, y al menos, Frost se encargará de dejarla muy mal.
-Díganle a Frost que no la mate, la necesitamos viva. Este día es su día de debilidad. Un día como hoy, pero hace más de 800 años, Maddy se alejó de todos.

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-Mi distancia de todo me ayudó con todo. Jamás creí que fuera a lograrlo pero lo hice.
Hablaba consigo misma.

Se escuchó un ruido a su espalda. No alcanzó a voltear cuando un mazo enorme chocó contra su cuerpo y la mandó varios metros lejos de donde se encontraba.

-Creí que sería más difícil encontrarte.
Se escuchó una voz.

Maddy escuchaba un zumbido y sonidos lejanos.  Pero eso no le impidió reconocer a su agresor.

-Frost.
Dijo Maddy con un notable esfuerzo.
-Veo que me recuerdas.

Frost era un ser nada común.
Era una mole de músculos y su expresión demostraba que estaba hecho para el combate.
Tenía un parche en su ojo izquierdo y con su gran mazo, era toda una figura que emitía miedo a sus rivales.
En toda su historia, incontables victorias y sólo una derrota. Aquella derrota que le costó su ojo izquierdo.

-No te he olvidado, difícil olvidarse de un ser tan desagradable.
-Veo que conservas esa actitud arrogante, me sorprende que sigas viva.

El ambiente fue tenso mientras Maddy se incorporaba.

-Has podido levantarte. Me sorprende aunque no tanto, la verdad.
Dijo Frost con cierto tono de burla.
-Claro que puedo levantarme. Soy la más fuerte y ningún lame-botas como tu, no podría conmigo.
-Basta de charlas y vamos a ver si tus palabras siguen en pie después de esto.

El Terror Del Génesis PúrpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora