XXIV Ginnie Denaly.

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Mis alas ayudaron a que mi aterrizaje en la azotea fuese ligero, y aun así tambalee un poco al pisar. Llevaba prisa, estaba entusiasmada por disfrutar cada minuto aprobado con Jamil.

Llegue a la puerta del apartamento, inserte las llaves que llevaba conmigo y abrí la puerta con algo de dificultad, parecía estar atorada.

— ¿Qué... — Dijeron mis labios en intento por susurrar.

Mi apartamento, es decir, el de Gabriel, estaba distinto. Los muebles estaban cubiertos por sabanas y una capa de polvo. Como si hubiese llegado de infraganti por primera vez, parecía volver en el tiempo.

Palidecí unos segundos, no tenía ni la más mínima idea de lo que pasaba.

—Esto... — Escuche esa voz familiar provenir de la cocina — Si, esto pasa cuando rompes las reglas. — Le vi recargarse en la barra, ya no con los trajes a los que me había acostumbrado, sino a su real armadura de ángel.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — Trate de sonar fuerte, pero no lo hice.

—Protegerte, — alzo los hombros y apenas me percate de la daga que sostenía su mano izquierda — pero supongo que llegue tarde.

—No sé de qué me estás hablando.

—Ese es otro problema... que ya no hablamos.

— ¿Hablamos? Tú fuiste quien se alejó de mí. — No lo dije como reclamo, sino como una frase que estuvo atascada en mi pecho por un tiempo — Llore la pena de mi hermano, sola, ¡no estabas ahí! Todo este tiempo y no te dignaste siquiera a saber sobre mí. — Negué con la cabeza — Fue como perder dos hermanos al mismo tiempo, te espere y no llegaste.

—Lo habría hecho si en realidad hubiese una muerte que lamentar. — Declaro con molestia, y en tono firme.

Trate de no atragantarme con mi propia saliva.

— ¿De qué estás hablando, Kers?

Rápidamente salió de la cocina, tomo mi muñeca y me sentó a su lado en uno de los sofás cubierto por telas.

— ¡De lo que paso! Todo se echó a perder. — Lo miraba incrédula, no entendía lo que decía y al parecer él lo noto — Hablo de Gabriel, ella... Oriet esto es un poco difícil de explicar. — Movía sus manos al compás de sus palabras.

—Dudo que pueda hacer algo peor a lo que hizo, ha faltado a tantas reglas del canto.

—Aunque no lo creas. — Mi boca se abrió poco a poco, dándole hincapié a Kers para que continuara — Ginnie, ¿la recuerdas? — asentí rápidamente, ¿cómo olvidarla? — Bien, pues no pretende ser su ángel guardián, de hecho Ginnie no tiene uno, porque ante el canto, y los registros de almas, ella no existe. — Me costaba creer aquellas palabras — Fue una creación de Gabriel, robo una Vedanta y tomo la esencia para transfórmala en algo tangible, evito todo procedimiento natural humano y solo se encargó del un cuerpo.

Reí ligeramente ante su declaración, no sabía si era de nervios o en realidad me causaba gracia.

—Eso es imposible, Kers, ¿cómo pudo saltarse un proceso tan complejo de la naturaleza humana? Imposible, además de que no pudo conseguir un cuerpo sin alma, no existe.

—Tienes razón, no existen, pero para Gabriel sabes que no hay imposibles, y más cuando tiene tantas influencias en Noira. — Tape mi boca, no quería saber lo que venía — Sabes que existe el método la transmutación energética.

Trate de recordar un poco sobre mis estudios de Noira, en ese lugar casi todo es posible.

—Pero eso solo funciona cuando se necesita que alguien de algo de su energía a alguien más.

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