I Cielo Alto.

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52 Utus, apenas cinco habían pasado desde que una gran guerra se había librado, todo gracias a un pequeño querubín, que apenas contaba con esa misma edad, 52 Utus. Aun que para otros un solo Utus era bastante tiempo, para un ángel no era mucho, pues alcanzamos nuestra madurez a los 1000 Utus, envejecemos a las 10,000 y morimos naturalmente a los 100,000, bastante tiempo lo sé, pero así es la vida de un ser no mortal.

Después de todo lo que paso con los ángeles y esa guerra, Eón estaba completamente dispuesto a crear a sus hijos perfectos, pues en el cielo bajo se decía que estaba decepcionado de sus hijos más fuertes, tanto de los demonios como de nosotros, fue cuando 50 Utus después de la guerra de ángeles, decidió crear Orum y ponernos a los ángeles y demonios al cuidado de este.

Respecto al pequeño querubín de Marguet y Zuriel, fue dejado al cuidado de Gabriel en el cielo alto y de Kers en el cielo bajo, pues los cielos decidieron que debía tener parte de ambos mundos.  Ese querubín de ojos verdosos y cafés, o como en mi hogar los llaman, "ojos revolcados", resultado de una mezcla entre un ángel negro y uno blanco, extraño pero era el mejor ejemplo, nació con el privilegio de portar unas alas aun más grandes e imponentes que las de un común ángel blanco, las cuales se arrastraban cada que caminaba. Aquel pequeño ángel de quien hablo, soy yo, Oriet, el producto de un amor prohibido, por lo que según el canto, estoy destinada a "grandes cosas", como a pertenecer al canto, o ser guardia de la transición entre mundos, o eso es lo que me decían cuando estaba en el cielo alto, el cual era mi hogar la mayor parte del tiempo, pero cuando estaba en cielo bajo, me decían cosas similares, aun que incluyendo la dominación de ambos cielos o algo condescendiente al tema.

Nunca estuvo en mis planes ser un ángel excepcional, o destacado, quería ser como cualquier otro, como mi hermano Yerathel o como aquellos ángeles que ayudan a la creación del alama de un hemero, en verdad admiro ese trabajo. Son encargados de buscar al demonio interno que tendrán y en qué cuerpo habitaran, todo eso solo en cuestión espiritual, lo demás es trabajo de la genética humana. Aun así me atraían lo suficiente como para escaparme de vez en cuando a Orum, teniendo el cuidado de nunca toparme con ningún hemero, pues aun que aparentaba pasar como un humano, en esos momentos no contaba con la habilidad de ocultar mis alas ante su mirada

– Veo que te gustan esas cosas.

Alguien detrás de mi altero mi calma, estaba leyendo un pequeño diario que le había robado a un granjero en Orum, por lo que ningún ángel debía verme leerlo.

– Yerathel, te he dicho tantas veces que no hagas eso. – Le advertí poniéndome de pie, pero aun sin mirarle a la cara, tenía que ocultar el diario. 

Yerathel era mi medio hermano, hijo de Marguet y Omael, a quien dejaron huérfano cuando tenía apenas un siglo de nacido. Aun que los ángeles alcanzamos una apariencia adulta en nuestro primer Utus, tienen que pasar otros mil para alcanzar una apariencia madura y crecer por completo, por lo que en los primeros novecientos noventa y nueve, tenemos la apariencia de lo que se llamaría un "joven adulto" en Orum.

–No tienes por qué esconderlo, he visto que lo tienes, – escuche a sus pasos acercarse – no voy a decirle a nadie, Oriet.

–Se que no lo harás, solo te pido privacidad mientras los leo.

Adoraba robar libros, diarios, poemas o cualquier escrito de los hemeros, intentaba saber más de su mundo, y en estos aprendía demasiado.

–Linda, sabes que no debes viajar a Orum, es muy peligroso que alguien te vea.

–Ya lo sé, ¿creer que no he recibido este sermón antes?

El hizo una mueca de lado y me dio la espalada para salir de lo quera mi salón, o en palabras hemeras, "habitación".

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