Capítulo 33: Confesiones de una Típica Modelo Americana

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"¡Despierta, despierta!"

Diez mensajes iguales llegaron a mi teléfono, haciéndolo sonar como enloquecido, despertándome con un buen susto. El sol se filtraba por la ventana abierta y estaba haciendo bastante calor, Arizona era demasiado caluroso para mi gusto. Me enderecé y me apresuré a abrir los mensajes, eran del mismo número, dejé caer el celular en cuanto dejó de sonar y me froté los ojos para terminar de despertarme.

-Odio cuando pones esas alarmas escandalosas –murmuró mi hermano junto a mí, su cabello estaba revuelto y aplastado del lado izquierdo, sus ojos seguían cerrados pero era obvio que estaba molesto.

-Lo siento.

-Es nuestro día de descanso y tú te quieres despertar a las siete de la mañana –balbuceó él girándose para quedar boca arriba. Dio un largo y ruidoso suspiro y después me miró.

-Lo siento.

-Eso ya lo dijiste –asentí, medio sonriendo-. ¿Estás bien?

-¿Qué?

-Acabas de despertar y ya pareces preocupada.

-Ah, eso. No, estoy bien –le dije con una sonrisa que él reconoció como falsa.

-¿Qué quieres hacer hoy?

-No lo sé –me acomodé el cabello y miré hacia otro lado, el teléfono volvió a vibrar y en la pantalla iluminada podía leer "sigues mintiendo".

-Podemos salir de compras, si te apetece gastar sin parar –me dijo él arrastrando su cuerpo hasta quedar recargado en la cabecera blanca, su torso desnudo y con los músculos marcados, miré mi celular y asentí.

-Sí, eso suena bien.

-De acuerdo –él estiró sus brazos y después salió de un solo salto de la cama, llevaba sus pantalones cortos de rayas azules y grises-. Pido la ducha primero.

-Seguro... -respondí sin prestarle atención.

Apagué mi teléfono en cuanto mi hermano salió de la vista, cuando estuvimos listos (cerca de dos horas después), pedimos que nos llevaran al centro comercial más cercano. Pasamos por al menos cinco tiendas diferentes, cada uno llevaba bolsas en ambas manos. Él llevaba pantalones caqui cortos, tenis y una playera blanca, con lentes aviador y el cabello peinado de punta; yo llevaba sandalias, unos shorts de mezclilla, una blusa suelta color roja, lentes y el cabello suelto.

-¿A dónde vas? –preguntó cuando me vio entrar en la tienda de celulares.

-Necesito un teléfono nuevo.

-¿Qué? –repitió mientras entraba apresuradamente tras de mí.

-Se me resbaló de las manos y ya no funciona –él me miró mientras me apresuraba a llegar al mostrador.

-Envíalo a reparar.

-Eso tardaría días y no resistiría esa clase de presión –le dije mientras señalaba el celular que quería y la chica tras el mostrador lo sacaba.

-Annie...

-Dijiste que gastaríamos sin parar, ahora déjame tranquila.

Salimos de la tienda con mi nuevo teléfono y, en mi caso, con una sonrisa en mi rostro. En cuanto volvimos a nuestra habitación, justo antes de salir de cenar y después de haber trasladado toda mi información importante, dejé el viejo teléfono apagado en el fondo de mi maleta. La verdad era que no me atrevía a deshacerme de él, no sabía por qué. Pero quería creer que ese breve momento de pesadilla había terminado.

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