El universo lleno

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Nuestro universo tiene la característica, tal vez extraña, tal vez usual, de estar vacio. Por supuesto, hay materia, una cantidad inimaginable de materia. Pero, entre cada acumulación de materia, la cantidad de nada es innumerable. No hay unidades que nos permitan mesurar la nada, porque es tan abundante que no podemos imaginar lo que sería sin ella.

No obstante, hay al menos un universo donde la nada es extraña. Un universo donde puedes encontrar gotas de nada en medio de un todo unificado, cual pequeñas burbujas de aire atrapadas dentro de un cristal.

En esos hoyos de vacío, generalmente esféricos u ovalados, habitan unos individuos que no podríamos llamar especie. Ni siquiera seres vivos. No comen, no crecen, no se reproducen. No mueren. Son entes que aparentan vivir, ya que se mueven cual un animal. Cualquiera que los viera por un periodo de tiempo corto no negaría que están vivos.

Se los podría describir, entonces, como incomprensibles complejos abióticos de generación espontanea. Su tamaño es desconocido, ya que no hay nada con lo que compararlos. Son ellos, la abundante sustancia y sus hogares de vacío.

Vamos a, por el bien del relato, asignarles una forma a estos individuos. No tienen una definida, y cada uno varia ligeramente del más próximo. Extendidos por todo el universo, eso causa que no puedas comparar a dos de ellos que se encuentren a una distancia considerable.

Pero, en uno de los agujeros, se encuentra uno parecido a un ser humano. Tiene garras, dos brazos, dos piernas, una cabeza. Se mueve por el interior de su habitáculo, rascando el suelo de este. Cabe destacar que, en ese universo, la luz no existe. No hay nada que la produzca, y la temperatura del lugar se mantiene constante. De hecho, todo se mantiene constante, a menos que los ya mencionados complejos abióticos lo modifiquen.

Puede que tenga algo parecido a una consciencia, da tenues señales de ello. A veces, excava un poco los límites de su burbuja. La razón de tal comportamiento es por el momento desconocida. Pero existe una teoría.

Cuando se originó, ese complejo era una masa amorfa, al igual que todos los demás de su clase. Algo los hace cambiar. Un estímulo que no se ha logrado identificar de forma exacta los hace adoptar otra figura. Se cree que, para adoptar una figura, roban una de un universo cercano. Lo único que varían de la figura copiada son, si los hay, los apéndices: se hacen con unos capaces de remover el símil a roca que conforma la materia de su universo.

Ahora, esto carece de demasiada importancia. Si pueden ver otros universos, no es extraño que uno de ellos guarde un parecido con los humanos. Pero disecando a un insecto no se puede conocer la colmena. Todos los que guardan una similitud a nivel corporal con el sujeto nombrado cavan de manera simultánea y en una dirección en común. Lo que lleva a la invariable conclusión de que están conectados, y tienen un objetivo.

Si el objetivo fuera juntarse, cavarían en la dirección del más cercano. Si fuera alejarse, lo contrario. Pero las líneas que describen sus túneles convergen todas en el mismo lugar. Una anomalía de su universo, donde este parece rozar con otros varios. Entre ellos, el nuestro.

Entonces, si desean entrar al nuestro y se vencasi como humanos, es obvio a quienes buscan. Nuestras leyes nos empujan a protegerlos deamenazas externas, al ser ellos una especie en vías de desarrollo, que podríaen un futuro ser un aliado de alto valor comercial. Dejando leyes que podríamosignorar de lado, es nuestro deberestudiarlos, porque les recuerdo que hay infinitos universos como el nuestro, ytambién como el de ellos. Si hay unos buscando a los galácticamentedesapercibidos humanos, les puedo asegurar que hay una cantidad igual o mayor buscándonosa nosotros. Debemos estar preparados. 



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