Primera Parte

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Recuerdo la calle solitaria y el cartel iluminado de letras rosas y verdes inscribiendo la palabra "COSMO" en medio de la oscuridad. Una entrada con una alfombra roja y una cortina de gemas que seguramente eran de plástico, dando lugar a un salón gigante. Al costado de la barra, el escenario, las mesas (y las mujeres) había un mostrador pequeño, como para una persona, donde se sentaba una mujer rubia de unos cincuenta años esperando con cara de aburrimiento mientras miraba el show. Me acerque a ella y me sonrió.
- Hola corazón, ¿en qué te puedo ayudar?
- Yo... - De verdad no sabía como decírselo.
- Oh, sí. Bueno tenemos disponibles a Jessica, Sasha,Jacqueline, Elise y Cassandra. Podes elegir entre ellas.
Pensé por un segundo en los nombres.
Me acordé de un poema que había leído hace un tiempo en una clase de Literatura cuando todavía iba al colegio. El poema estaba dedicado a una chica llamada Elisa. Y me había gustado mucho. No sé por qué me llegaban ese tipo de pensamientos en esos momentos.
- Quiero a Elise.
- Okey, habitación 123. Que tengas una buena noche.
- Gracias.
La mujer me indico que siguiera el camino hacia la derecha. Entre por un pasillo, con varias habitaciones, la mayoría de ellas cerradas y seguí caminando hasta que encontré la habitación que me había señalado. Tenía una puerta de madera, con un cartel rosa que indicaba el número y debajo de él se podía leer su nombre. "Elise" Pensé si debía tocar la puerta o entrar directamente. Decidí tocar.
- Pase.
Gire el picaporte y al entrar me encontré con una chica de unos veinte años. Era hermosa. Estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas y un cigarrillo en la mano. Tenía el cabello castaño oscuro, largo hasta debajo de los hombros y ojos verdes. Como los míos. Apenas me vio entrar sonrió un poco, apago el cigarrillo en un cenicero que estaba apoyado sobre la mesa al lado de su cama y se levantó.
- ¿Tu nombre? - Me preguntó mientras se acercaba y rodeaba mi cuello con sus brazos.
- Ethan.
- Hola Ethan.
- Hola.
Y me besó. Un beso posesivo. No me dejo tomar el control en ningún momento, algo a lo que no estaba acostumbrado, pero me gustó hasta cierto punto. Aun así luego de uno o dos minutos las cosas comenzaron a volverse borrosas, en realidad en ese momento no lo estaban, pero ahora sí. No recuerdo la mitad de lo que hice, pero si me acuerdo que fue horrible.
Comencé a sentirme mal, inestable, enojado. Muy pocas veces me enojaba de esa manera sin razón, pero en serio estaba enojado. Conmigo mismo, con lo que estaba haciendo, con mi enfermedad. La empujé. Y comencé a tirar todas sus cosas. Y a gritar. Y a golpear las paredes. Creo que ella intentó detenerme o agarrarme pero no pudo. Seguí así hasta que todo se volvió demasiado borroso para recordarlo.
***
Al otro día me levanté con la esperanza de que ella ya no estuviera, no quería darle explicaciones. Pero ahí estaba. Estaba sentada más alejada y fumaba un cigarrillo mientras me miraba fijamente. Estaba esperando que yo empezara a hablar aunque no tenía idea de cómo iniciar.
-¿No vas a decir nada?
Me rasqué la nuca, no sabía qué decirle para que no salga corriendo.
-¿Por dónde empiezo?
Ella apagó su cigarrillo y me miró fijamente. Se notaba que estaba nerviosa y no dudaba que su nerviosismo iba a aumentar.
- Podés empezar por las razones de tu ataque repentino. De por qué de la nada empezaste a tirar mis cosas, me empujaste, te intenté tranquilizar (y me empujaste de nuevo) y al final te deslizaste por la pared hasta quedar sentado en el piso llorando.
-Oh. Estuvo feo ¿no?
- Bastante.
-Lo que pasa es que tengo un Trastorno. Una enfermedad mental. No sé en qué estaba pensando ayer - más bien si lo sabia - pero no tomé mis medicamentos y por eso no pude controlarme.
Ella abrió sus ojos sorprendida.
-¡¿Osea que no tomaste tu pastilla y viniste acá?!
-Sí, fue una mala idea.
-¡¿UNA MALA IDEA?! ¡¿EN SERIO?! No me digas.
Estaba empezando a enojarme. Otra vez.
-¡Vos nunca estuviste en mi situación! No sabes lo que es tomar pastillas desde los quince años y seguir con esa puta rutina, porque es una cosa que tenés que hacer todos los días sin falta porque si no pasa esto. Ojalá pudiera dejarla pero no puedo, ¡NO PUEDO!
- Hey, tranquilo. No te enojes conmigo, de verdad no sé nada de enfermedades mentales y eso. Perdón. - Miró hacia abajo como si estuviera avergonzada y me sentí mal por haberle gritado.
- Es complicado, pero después de todo está bien.
- No parece estar muy bien.
- No, en serio, no te preocupes. Voy a llegar a mi casa, tomar la pastilla y todo va a estar mejor.
- ¿Seguro que vas a poder llegar a tu casa?
- Si, supongo. Gracias por todo Elise, por no haberme echado y... Bueno, eso. Gracias.
- De nada. - Sonrió un poco.
Me levanté lentamente y me encaminé hacia la puerta. Pero antes de que pudiera llegar a abrirla escuché como me llamaba:
- Ethan.
- ¿Si?
- Yo... Quería pedirte si podes... Porque estuviste en mi cuatro por como cinco horas y... Yo en realidad no quiero hacerte pagar por algo que no pasó pero... Cuando salga Laura va a pedirme parte del dinero de la noche y yo...
- Elise, Elise. Está bien. - Saqué un par de billetes de mi bolsillo. - Espero que eso sea suficiente.
Me miró sorprendida, y dudó un poco antes de agarrar los billetes.
- ¿Suficiente? Es demasiado. Con la mitad de esto me basta.
- No. Quédate con todo. Tomalo como agradecimiento por lo que hiciste por mí. Nos vemos.
- Adiós Ethan.
Y antes de cerrar la puerta y dejarla atrás vi su pequeña sonrisa y su mano derecha balanceándose en un gesto de despedida, mientras yo también le sonreía.
***
A veces me ponía a pensar en las razones por las que siempre me sentía tan solo y deprimido. Aparte del Trastorno, claro. En el momento cuando estaba volviendo a las cinco de la mañana me puse a mirar un poco mi casa, pero no a mirarla como la miraba todos los días, sino a observarla. Miré la pintura blanca, perfecta en todos lados. La puerta de vidrio, llena de adornos en madera y un metal dorado. Y también me detuve en las ventanas. En la que daba a mi cuarto, la que daba a la cocina, y las demás, que también daban a otros cuartos, y que tal vez casi nunca usábamos. Y allí me di cuenta de lo grande que era. Y del mucho espacio que quedaba sin llenar. Mi papá seguramente tenía dinero suficiente como para comprar una mucho más grande que esta, pero agradecía que no lo hubiera hecho. Creo que no lo hizo porque ya iba a ser demasiado. Él no solía privarse de las cosas, pero tampoco le gustaba exagerar, y haber comprado una casa de semejante tamaño para solo cuatro personas habría sido una exageración. Al abrir la puerta me encontré con el hall que daba al living, que daba al comedor, que daba a la cocina, que daba a la escalera, que daba a los cien cuartos que había arriba. Un dormitorio para mí, otro para Hamilton, uno para mamá y papá, otro para las visitas, el cuarto de juegos, el de la tele, el de yoga, el escritorio, etc. Realmente había demasiado espacio en ese lugar. Cuando por fin decidí que era hora de dejar de pensar en el tema me fui hasta mi dormitorio y me senté en mi cama. Apenas giré un poco la mirada vi mis medicamentos, apoyados sobre la mesa de luz, esperándome, como siempre. Los tomé pensando que odiaba no poder dejarlos, pero que eran preferibles a que vuelva a pasar lo que ha había pasado esa noche. Quería acostarme, estaba cansado. Pero apenas cerré mis ojos sonó mi despertador. Me había olvidado que tenía que trabajar, mi papá iba a matarme si no me presentaba. Traté de vestirme lo más rápido que pude. Todavía tenía tiempo, entraba a las 7, pero si no quería dormirme tenía que desayunar.
***
Estacioné mi auto y entré a 'Weigen', la empresa de mi papá una de las concesionarias más grande de los Estados Unidos. Como todos los días la recepcionista me trajo un café y me dijo con voz temblorosa Su padre lo espera en la oficina. Una de las cosas que también me molestaba mucho de ese lugar era su rutina porque, en sentido literal y figurado, todos los días pasaba lo mismo. Nada cambiaba.
-Me alegro de verte - Me saludó mientras entraba a su oficina.
-Me dijiste lo mismo ayer.
Suspiró pesadamente y me miró. Eso significaba una cosa, hoy no estaba de humor.
-Solamente quiero avisarte que Diane tuvo que salir a hacer unas cosas y te dejo todo lo que tenés que hacer en tu escritorio.
-¿Algo más?
Él negó con su cabeza y fui hacia mi escritorio y, como todos los días, eran muchísimos papeles todos desordenados. No me desagradaba este trabajo pero tampoco me agradaba. Ser asistente personal de mi mamá no era tan malo, me hacía sentir menos inútil y me daba una excusa para salir de mi casa. Estaba concentrado cuando me gritan:
- Ethan hermano!
Esta era otra de las cosas que me gustaba ir. Había conocido a Jared cuando empezó a trabajar para mi papá. Al principio no hablábamos mucho pero luego empezamos a ser más unidos. Era una de las pocas personas que sabían de mi enfermedad y lo mejor era que cuando se lo había confesado no se alejó como la mayoría de las personas.
-Y... ¿Algo para contarme?
Lo mire y le mostré una sonrisa. Jared me miró y acercó una silla.
-Vamos, desde el principio.
-No puedo ahora - le susurré.
-Más vale que me invites a un bar y me cuentes todo. Se acercó una secretaria que debía tener unos cincuenta años y no soportaba a Jared.
-El señor Mathias quiere que vaya a su oficina.
-¿No te dijo para qué linda? Ella puso los ojos en blanco y él le guiñó un ojo. Era común de mi amigo hacerle la vida imposible. Solamente me dijo que te llame. Y se fue enojada. Jared me miró y empezó a reírse.
-Tengo que irme.
***
Por fin cuando había llegado mi horario de salida estaba agotado. Lo único que quería era irme a dormir pero no, porque apenas me paré, Jared empezó a arrastrarme hacia mi auto para que le pagara un trago y le contara lo que lo tenía intrigado. Llegamos y nos sentamos. Pero la verdad era que no podía tomar nada.
-Estoy esperando esto hace mucho, así que cuando quieras.
-Ayer no tome mis medicamentos no sé porque, y por primera vez seguí una de tus ideas y fui a...
-¿Fuiste a...?
-Bueno...vos sabes, a tuss... lugares.
Él abrió los ojos y me miró sorprendido. Su sonrisa se ensanchó más de lo normal y tomó un largo trago de su bebida.
-Como no entendía mucho le pregunté a una señora y me dio varios nombres para elegir.
"La chica era increíble y todo empezó bien pero..."
-¡¿Siempre tiene que haber un pero?! - preguntó frustrado.
-Todo se salió de control y yo... No sé qué más pasó pero Elise...
-Lindo nombre.
-¡Deja de interrumpirme! - respiré hondo - se quedó conmigo toda la noche después del episodio y me ayudó. Me sorprendió mucho que no me haya tirado en la calle. Y ahora no puedo dejar de pensar en ella.
Jared sonrió y se terminó su vaso de un solo trago.

Hola a todos! Esta es la segunda novela que escribimos y su opinión nos importa mucho! Así que siéntanse libres de votar y comentar. Esperamos que les guste.
Pd: La novela no se puede ni copiar ni adaptar!!

Hey Elise!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora