[Capítulo 3]

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Teman al Hombre que no Usa Palabras

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Teman al Hombre que no Usa Palabras

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Una a una, las bestias comenzaron a caer; los kokiri miraban entre asombro y temor. ¿Quién era aquel que había decidido protegerles? Alto, musculoso, peliblanco, ojos vacíos y con un silencio que, pese al esfuerzo que realizaba, era inquebrantable. ¿En serio les estaba protegiendo, o simplemente había decidido comenzar la masacre por gusto?

El alto ser no prestaba atención a eso y, en cambio, se limitaba a terminar con las criaturas que amenazaban con acabar con todo y todos. En su interior surgía un placer por ver la sangre, el hecho de ver cosas sangrar le llenaba de un éxtasis enorme.

No. No tenía que pensar en eso. Su foco volvió a posarse en las bestias, su líder y buscar al que estaba detrás de todo eso; tenía una leve sospecha sobre quién podría ser, pero no era más que eso, una sospecha.

Su espada cruzaba a sus oponentes con perfecta presición y gracia, con cortes limpios y sin tibutear. Era como si toda su vida hubiera usado aquel arma. Miembros y sangre volaban por todo el lugar, acompañado de los gritos de dolor que soltaban los esbirros, juntado con el enorme miedo que ellos sentían al ver que su vida terminaría ahí.

En cuanto todos se dieron cuenta, no había más que restos de cuerpos de bestias, que poco a poco se comenzaban a desvanecerse sin dejar rastro alguno. El único que quedaba de pie era el líder de todo eso, que había tratado de irse por el Bosque Perdido. En un parpadear, el peliblanco ya se encontraba frente a él, presionando contra la vida de la figura amorfa con la espada en su garganta; el único punto débil que le era conocido.

Sin usar palabra, miró intensamente al jefe de lo que ahora eran sesos y sangre. Éste trago pesadamente saliva —Fue Luxus, ¡lo juro! ¡Él me obligó! —la mirada del alto se hizo más potente, indicando que, aunque la respuesta fue la esperada, no era razón para perdonarle la vida. Viendo eso, el ser parecido a un perro suplicó que se le dejase respirar, pero fue ignorado y degollado, dejando que la sangre hiciera un enorme charco.

Ya con su sed de sangre saciada, el de armadura comenzó a caminar a donde estaban los eternos niños; todos retrocedieron, ya conociendo que el peliblanco iba a asesinarlos como lo hizo con el ejército de quimeras. Cuando ya no les quedó terreno para avanzar, contuvieron el aliento. Saria, quien estaba al frente, miró aterrada cómo la mano enguantada del ser se acercaba a su cabeza. Todos cerraron los ojos y esperaron su inevitable destino.

Los segundos pasaron y nada. La de cabellos verdes abrió sus cristalinos, para encontrarse al de ojos blancos tocando su cabellera, mirando curioso. En silenco, él se arrodilló y trató de estar cerca de su altura lo mejor que pudo. Levantó su espada y todos volvieron a cerrar la vista, pero como nada ocurrió, decidieron volver a mirar; la figura estaba escribiendo algo en el lodoso suelo. Su caligrafía era horrible, pero comprensible.

"Lo siento"

Una sonrisa amable se dibujó en su rostro, pero la poca sangre que le quedaba le quitaba ese pequeño toque de amabilidad. Con su mano enguantada, se limpió el líquido rojizo y volvió a mirar, sin hablar en lo absoluto. Volvió a escribir, aunque le tomó un poco más de tiempo.

"No voy a hacerles daño"

Las miradas incrédulas de los niños le hicieron saber que le creían, lo que le alegró el corazón. Borró lo que antes estaba escrito y volvió a escribir algo.

"Soy yo, O"

Un pequeño gemido salió de su garganta, y automaticamente borró la letra solitaria, y la reemplazó con un "Link", esperanzado que ninguno de los kokiri se hubiera dado cuenta. Antes de que alguno pudiera siquiera reaccionar, tomó su rostro y comenzó a jalar, como si se tratase de una máscara. Un brillo llenó el lugar y, donde antes estaba un ser alto y peliblanco, ahora había un niño bajo de cabellos rubios sosteniendo una máscara; su nombre era Link. Todos miraron perplejos como el niño abría sus ojos y mostraba un rostro apacible.

Un suspiro se escapó de su boca, mientras se ponía de pie y colocaba la rara máscara en su cinturón —De acuerdo, tengo mucho que contar.

Link and the Fierce Deity » The Legend of Zelda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora