[Capítulo 6]

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Aquellas Almas que Poseen Máscaras

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Aquellas Almas que Poseen Máscaras

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Un nuevo día hizo que el chico despertara. Su cabeza y pecho le dolían como si cientos de rocas se hubieran derrumbado sobre ellos. Su mente buscó recordar el sueño que había tenido, pero simplemente llegaban trozos que no le decían nada; lo agradecía profundamente. Si sus sueños eran recuerdos, como la mayoría de las veces, estaba seguro que lo menos que quería hacer era recordar. Se sentía algo mareado y confundido, pero no le tomó mayor importancia.

«¡Señor! ¡Por fin está despierto!» La voz infantil le hizo sobresaltarse, buscando por toda la habitación la fuente. Miró el cielo, y la Luna visible pese a Sol le recordó a quién pertenecía aquella voz.

—¿Eres tú, Kolk? —pese a la duda en su tono, estaba seguro que se trataba de él; no es que conociera a muchos niños en su mente. Su confirmación se manifestó como una risa juguetona.

«¿Están húmedas tus aletas últimamente?» Una voz más juvenil se hizo sonar inmediatamente después. Era obvio que Mikau no iba a perder la oportunidad de hablar, aunque fuese una simple frase.

Antes de que pudiera decir algo, una cuarta persona se escuchó. «Por lo menos podrían haber esperado a que se despertara mejor, goro.» Link agradeció la presencia de alguien sensato en el revuelto de su mente. Aunque era claro que las tres presencias chocaban en personalidad, Darmani se encargaba de que todo estuviera bien.

«Espera, ¿tres?»

—Um... siento interrumpirlos y, bueno, no quiero sonar grosero pero, ¿dónde está Oni? Es decir, sé que estuvo aquí anoche, pero, ¿lo han visto?

Se formó un silencio bastante incómodo, hasta que Mikau tomó la palabra. «Mira, renacuajo, me caías bien hasta hace cinco segundos. Chao, me marcho.» Otro silencio incómodo mientras los tres "presentes" esperaban a que el zora cambiase su decisión. Al no ser así, el goron se dispuso aclarar los hechos. «Bueno, sí lo vimos, pero no ha aparecido desde esa vez, y ocurrió hace seis horas, cuando tu amiga estaba aquí, goro.»

Lo último hizo que su cerebro se volviese loco. «¿Saria estuvo aquí? ¿Y ni puta cuenta?» «¡Link, por Dios! ¡Hay niños presentes!» «Señor Darunia, ¿qué significa 'puta'?» —¡Nada, Kolk! No te preocupes por eso —suspiró. Recordó por un segundo el silencio que la presencia de Oni le otorgaba y sintió el vacío que le dejaba el recuerdo de tiempos pasados.

Link se sentó al borde de la cama y se colocó las botas que estaban recargadas contra en mueble. «Ya, pero estoy aburrido. ¡Señor Link, hay que jugar!» Rodó los ojos mientras se dirigía a un pequeño mueble con espejo. Tomó un cepillo y comenzó a arreglar su cabello. «¡Kolk! No puedes pedir a la gente que haga lo que tú quieras.» Dejó el cepillo en el mueble y buscó su gorro verde, aunque sin éxito. «Pero no he jugado en mucho...» Se estremeció con el sonido de un llanto infantil. «¡Ah! ¡No llores!» Las palabras de Darmani buscaron consolar al joven deku sin resultado. El rubio se dirigió a una estantería acoplada a la pared, con un montón de tarros de unos 10 centímetros de altura, de un color caqui y un trozo de tela cubriéndolos, guardando alimentos no necesariamente con algún orden. Tomó uno al azar, y trató de leer lo que decía escrito a un costado; trató porque los llantos infantiles le imposibilitaron leer. «¡¿Qué coño es todo este lío?!» Solamente alcanzó a pensar que el cuarto miembro había vuelto. «¡Mikau! ¡Sin groserías!»

Link and the Fierce Deity » The Legend of Zelda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora