[Capítulo 4]

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Un Reencuentro sin Dolor

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Un Reencuentro sin Dolor

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¿Oni?

El rumor de que un nuevo Dios había entrado a Hyrule se había esparcido como la pólvora por entre todos los Dioses. Pero no parecía ser algo más que un rumor.

Luego, el murmullo de que Onigami era libre de su prisión de máscara llegó en un parpadeo a las Diosas de Oro; sobretodo a Nayru.

Aunque la Diosa de la Sabiduría, tenía un total conocimiento de todo lo que en Hyrule ocurría, tardó un poco en notar la presencia de otro Dios distinto a los que acostumbraba sentir; una presencia lejana y familiar.

No le tomó mucho juntar todos los hechos, y darse cuenta que el Dios que había llegado a invadir Hyrule era Oni, la Fiera Deidad.

Dejó todo lo que estaba haciendo y llamó a sus hermanas, que acudieron en un instante. Las Diosas del Coraje y el Poder escucharon atentamente y se quedaron perplejas al entender la verdad; en realidad, ellas no habían oído aún los rumores, estaban muy ocupadas haciendo sus cosas, pues ahora tenían que atender a tres líneas temporales y hacer renacer a los Elegidos las veces que fuera necesario.

Con todo su poder junto, pudieron averiguar que el lugar donde se podía encontrar Oni era muy raro: a unos cuantos metros por encima de la aldea Kokori. Ni se cuestionaron el por qué del dato, pues ellas querían encontrar al Dios cuanto antes.

Aparecieron de inmediato detrás del Dios Furioso, mientras éste miraba pacíficamente la vida bajo él; pese a ser una hora bastante avanzada de la tarde, las negras nubes cargadas de lluvia hacían que todo se volviese oscuro. En uno de los rincones del lugar, un grupo de niños estaban reunidos escuchando con atención lo que uno de ellos, rubio, decía.

Din llamó su atención con su nombre. El Dios se estremeció un poco y, poco a poco, dirigió su mirada a el trío que le miraba.

Hubo un silencio absoluto durante un par de minutos. Unas lágrimas incontenibles se escaparon de los ojos del de blancos cabellos.

Después de todo, antes de ser un Dios de la Guerra, era un ser con enormes sentimientos que, muchas veces, le eran incontrolables.

Corrió a las Diosas y les otorgó un enorme abrazo. Pese a que él les sacaba un poco de altura a las tres, ellas correspondieron felices la muestra de gratitud que él mostraba. Luego de varios milenios, por fin volvían a encontrarse los cuatro juntos. Oni lloró como nunca lo había hecho; extrañaba la sensación que las tres Diosas le otorgaban, después de todo, estuvo unos cuantos milenios encerrado en una máscara. Luego de separarse, Farore fue la primera en tomar la palabra.

¿Cómo saliste de la máscara? ¡Ningún mortal fue capaz de usarla y si la destruíamos--! —él comenzó a gesticular; no podía entenderse muy bien, pero eran letras muy lentas.

L I N K.

Las tres Diosas se quedaron sin aliento por un segundo; siendo Farore la más tocada. ¿Habían visto bien? ¿Había Oni señalado el nombre de uno de los Elegidos? No podía ser, según ellas, él había salvado a Hyrule y allí se había quedado -al menos en esa línea temporal. ¿Cómo era posible? Viendo que sus rostros transmitían incertidumbre, el Dios de la Guerra volvió a mover sus manos de forma lenta, formando palabras.

Ya saben, L I N K, aquel niño que viajó en el tiempo, se hizo un adulto, combatió el Mal y lo derrotó, volvió a su era y nadie lo recordó como un héroe. Estoy seguro que lo recuerdan— expresó algo lento, pues ya habían pasado milenios desde que había utilizado esa forma de expresión y le estaba costando lo suyo recordarla. Las Diosas de Oro miraron perplejas, tratando de procesar lo que Oni les estaba diciendo —. No me miren así, me hacen sentir como si fuera mi culpa. Él me contó todo y yo pude ver un poco más...

De pronto, Din saltó al ataque — Onigami, ¿Link es tu Elegido? —su tono recordaba al que las madres usaban cuando querían regañar a sus hijos. El aludido se limitó a mirar a otro lado, evadiendo por completo la pregunta y no dando una respuesta clara, pero su acción reflejaba un "Sí" bastante obvio.

Nayru tomó el mismo rol de madre —Oni, ¿por qué, de entre todos tus seres en tu tierra, elegiste a uno que no tenía que ver contigo? —sus brazos cruzados en su pecho la hicieron lucir aterradora ante el Dios que no podía hacer más que retroceder y negar con la cabeza, al menos que quisiera dañar a alguna de las mujeres que ahí se encontraban.

Farore no dijo nada, pero comenzó a caminar al peliblanco, con una mirada que echaba fuego, lo que causó que Oni retrocediera más rápido, al tiempo que articulaba varios "No" y sacudia la cabeza lentamente. Ellas se habían enojado con él anteriormente, debido a varias acciones que el Dios realizaba de manera despreocupada, pero nunca las había visto tan molestas al punto de que las tres le estaban haciendo retroceder.

Un fuerte dolor en su pecho se hizo presente. Se arrodilló para calmar el dolor un poco y sangre comenzó a salir de su boca, al tiempo que una cadena de oro aparecía y desaparecía, recordándole su cruel destino y mostrándoselo a las Diosas que habían corrido a socorrerle. Ellas vieron a dónde iba a la cadena y pudieron comprenderlo todo pues, en Hyrule, el chico con cabellos de trigo soltó un grito desgarrador y se desplomó como una piedra, echando sangre por su boca.

La de cabellos verdes, aún algo incrédula, lloró en el regazo del Dios —Lo siento... —pese a eso, Oni sonrió y volvió a gesticular.

No pasa nada. Es por L I N K por el que deberían preocuparse, ya saben, que tu corazón se mueva de sitio no es muy sano que digamos —y abrazó a Farore, articulando un "No llores, por favor". Din y Nayru se unieron al abrazo y así se quedaron, recordando esos tiempos donde nada importaba y eran completamente felices, donde podían disfrutar la vida y donde se alegraban por estar simplemente juntos.

Eran tiempos de paz, anteriores a todo y todos, donde verdaderamente no había motivos para sentir dolor.

Link and the Fierce Deity » The Legend of Zelda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora