[Capítulo 8]

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La Elegida de la Diosa

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La Elegida de la Diosa

-•-•-

La Ciudadela era tan ajetreada como la recordaba (bueno, como la recordaba antes de todo el problema de Ganondorf). Miró al cielo, y se dió cuenta que ya pasaba de mediodía. Se pregunto en qué momento se había hecho tan tarde.

Se preguntó si realmente había llorado por tanto tiempo.

Sacudió su cabeza, y se dirigió al castillo y mandó ese pensamiento al fondo de su mente.

Aunque sabía que todo estaba bien, que el castillo estaba de pie, dudó un poco antes de mirarlo. ¿Y si Ganondorf había escapado? ¿Y si Ganondorf había robado las Piedras Espirituales? Pero esas ideas se opacaron, porque recordó que la Esmeralda Kokiri estaba a salvo, en su hogar, en un lugar donde los mortales (a excepción de él, claro) morían al siquiera entrar. Pero, ¿y si no eran necesarias todas las Piedras para entrar al Templo del Tiempo? ¿Y si Ganondorf ya había robado la Trifuerza?

Todas esas ideas por fin se calmaron cuando encontró que todo estaba bien, y que no tenía nada de qué preocuparse.

Tomó aire, contó hasta tres, se dijo que todo estaba bien, y se tranquilizó.

Se dirigió a la puerta del castillo, donde el mismo guardia de siempre vigilaba. Bastó con mostrar la Ocarina del Tiempo para que le dejasen pasar, acompañado de un soldado, a ver a la princesa. Nadie le preguntó su falta de palabras, algo que agradeció bastante; sabían que la princesa le había dado el tesoro en persona, y no dudarían en confiar en él.

Mientras caminaba por los pasillos, se preguntó si hacer eso sería lo correcto, si de verdad todo iba a estar bien. Nuevamente, intentó evitar los desgarradores gritos que Oni profería en su mente; agónicos gritos que le decían que se detuviera y volviese por donde vino, que aún estaban a tiempo, que debían alejarse la Diosa de la bestia de aquella que -

Luego de un callado trayecto, finalmente se detuvieron frente a una puerta. El soldado la abrió y lo dejó pasar al interior. Un jardín se abrió frente a él, el mismo jardín donde había conocido a la princesa por primera vez. Un verde vibrante era el color predominante, y las miles de flores que lo adornaban le daban un brillo incomparable.

Pensó en una pradera que se extendía al infinito. Pensó en un enorme árbol y en 5 niños jugando. Pensó en jugar a ser el malo y correr -

—Princesa —saludó, inclinándose un poco por respeto. La rubia se giró a verle, una sonrisa incompleta pintando su pálido rostro, dejando su regadera a un lado.

—¡Ya volviste! —antes de que pudiera decir algo más, dos brazos le envolvieron en un abrazo —. ¡Estaba preocupada!

—Sí... —respondió el gesto también envolviendo sus brazos alrededor de la chica —. Sí, ya estoy aquí...

Hylia...»)

Se separaron, y no pudo evitar mirar esos ojos zafiro tan similares a los suyos, y a la vez tan distintos.

Imitó la misma sonrisa que su rostro tenía plasmado, pero no pudo evitar hacerla mucho más pequeña y desganada.

—¿De verdad estás bien? —preguntó Zelda, una mano volando a tocar su mejilla, un poco más abajo de donde sus ojeras se encontraban —, te veo más delgado...

—Sí —aseguró rápidamente, demasiado rápido —, solo estoy cansado.

—Me imagino, ¿y la encontraste?

(Navi.)

—No...

Un breve silencio.

—Siento tu pérdida...

No lo siente. No la escuches -»)

—Yo igual... —mostró la ocarina —. Creo que ya no necesitaré esto.

Zelda le miró, y luego miró el instrumento. Su rostro y cuerpo enteros gritaban confusión, y se vió dudar un instante en tomar el tesoro, pero lo terminó haciendo.

Excepto que no lo hizo.

Con su mano, hizo que sus dedos recuperasen agarre sobre la ocarina, y con la otra tomó su derecha y la posó sobre esta, haciendo que la tomase de mejor forma.

No, no, ¡no!»)

—Creo que esto es más tuyo que mío.

Ella sabe, ¡siempre lo supo!»)

Trató de ocultar su terror bajo una máscara de sorpresa —Yo - no entiendo.

Ella soltó una risita («¡No creas en su fachada!») y le miró a los ojos —¿No la escuchas?

Tomó aire, sus ojos abiertos y sus defensas hasta arriba.

—La Diosa quiere que la tengas.

Su visión se tornó roja.

Lo siguiente fue un borrón en su memoria.

Pero ocurrió así:

Link escapó de su agarre, lanzando la ocarina al suelo.

Link se abalanzó contra la princesa de Hyrule.

Link colocó todo su peso sobre Zelda.

Hylia gritó, pidiendo ayuda.

Link colocó sus manos sobre la garganta de Hylia, evitando que pudiese tomar aire.

Oni le gritó.

¡Tú sabías! ¡Tú lo sabías y no hiciste nada para ayudarlo!

Oni apretó.

¡¿Cómo dejaste que esto le pasara a tu Héroe?!

Oni esperaba más de una sucia como ella.

Manos fuertes le tomaron, pero Oni estaba tan lleno de ira que apenas y podía ver, gritando desgarradoramente y removiéndose de forma violenta en su agarre.

-•-•-

Link despertó tiempo después en una celda. Solo. Ni Oni ni las máscaras estaban para acompañarle en su cabeza.

Por primera vez en mucho tiempo, estaba completamente solo.

No lloró, pero fue porque no tenía ni la fuerza para hacer eso.

Link and the Fierce Deity » The Legend of Zelda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora