[Capítulo 7]

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De Mentiras y Otros Demonios

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De Mentiras y Otros Demonios

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Volvió a repasar mentalmente lo que diría y cómo. Si bien la noche anterior les había contado a todos los kokiri su aventura en Hyrule, aunque una versión más ligera, las historias en Termina eran algo que había evitado a toda costa, incluso llegando a mentir sobre la máscara de la Fiera Deidad, diciendo que la había encontrado en lo profundo del Bosque Perdido. Incluso les había mentido sobre su naturaleza como hylian, diciendo que había viajado en el tiempo a una Hyrule desolada, que su cuerpo era pequeño, pero que había derrotado al malo.

Les había mentido a todos, incluso a Saria.

No sabían que cuatro almas habitaban en su mente. Ni siquiera sabían que él había dejado de ser un niño hacía mucho tiempo.

Pero estaba cansado, cansado de mentirles a todos, cansado de guardarse todo para él, cansado de su vida. Lo único que quería era vivir una vida calmada, sin aventuras, pero cada vez que alguna oportunidad así se le presentaba, las Diosas se reían y escupían en su cara, mostrando su odio y enviándolo a otra aventura.

Odiaba su vida.

Suspiró y entró en la casa de su amiga.

Silencio.

¿Dónde demonios estaba?

«Pradera sagrada.» Fue su primera idea. Era una idea obvia. «Después de todo, ese es su lugar favorito.»

Instantáneamente sacó su ocarina. Diosas, ¿cuándo había sido la última vez que no la tocaba para salvar un mundo al borde de la destrucción? Parecieran décadas desde que Saria le dejaba tocar su ocarina de pequeño, las notas desafinadas y sin sentido. Sintió algo de nostalgia, pero hizo a un lado el sentimiento. Lentamente recordó el Minueto del Bosque y lo ejecutó, para acto seguido sentirse rodeado de luz mientras aparecía en la pradera sagrada del bosque.

Nada.

Se giró y encontró el tocón vacío. El tocón donde ella solía estar estaba abandonado.

Su vista fue hacia arriba.

«¿Entró al templo?» No lo pensó dos veces. Corrió al árbol que había crecido justo a la entrada y comenzó a escalarlo. Recordó los fantasmas que habitaban ahí, a los monstruos que merodeaban cada rincón y al fantasma de Ganon que le atacó sin dudar. Su corazón se le comenzó a agitar. «Cálmate, eso no va a pasar. No hay un Ganondorf que haya maldito el templo.» Tragó saliva y entró.

Lo primero que notó fue que los dos árboles de la principio rebosaban de hojas, y no había una perpetua oscuridad en el lugar. Se veía vivo y no era nada parecido al de sus recuerdos. Eso bastó para que el miedo se fuera.

(Aunque era un alivio artificial, porque seguía mirando a sus espaldas, esperando encontrar un fantasma detrás de él.)

Entró a la primer gran sala y agudizó el oído, esperando escuchar algún sonido, alguna melodía de ocarina, pero nada. Estuvo a punto de irse cuando sus orejas captaron algo. No era muy alto o tan veloz como lo recordaba, pero estaba seguro de que esa era su voz, cantando su canción especial en una tonada algo más lenta, pero sin perder su alegría.

Link and the Fierce Deity » The Legend of Zelda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora