capítulo 1

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Como cada día, a las 7 ya estaba despierta, buscando el botón para apagar el maldito despertador. Como no, mi hermana se estaba duchando, cosa que yo no podría hacer hasta que acabara de desayunar. Habían pasado cinco años de la desaparición de mi madre, y la esperanza de encontrarla se desvanecía cada día más. No había mucha información sobre su paradero: una noche, así, sin más, se esfumó del pueblo sin dejar rastro. Desde lo ocurrido que nuestro padre no levantaba cabeza. Parecía ignorarnos, como si no viviéramos bajo el mismo techo, como si no fuéramos de la misma familia. AL carecer de parte paterna y materna, mi hermana y yo nos encargábamos de las tareas del hogar. Debíamos comprar la comida, limpiar de arriba a abajo la casa, cuidar el jardín, cocinar y hacer la colada entre las dos. Podía parecer aburrido, pero mi hermana Jodie y yo siempre nos encargábamos de entretenernos poniendo música o cotilleando. 

Dejé a calentar la leche y volví a subir al piso de arriba para aporrear la puerta del lavabo e insistir-le una docena de veces más que saliera y me dejara entrar. Éramos polos opuestos: Ella era alta, ojos azules heredados de mi madre, y desprendía parsimonia y tranquilidad. En cambio yo había salido con diez centímetros menos de altura, ojos color miel y no podía estarme quieta. Bajé a desayunar al ver que no conseguía nada estando ahí. Cogí un par de tostadas y las unté con mantequilla y mermelada de melocotón, desayunaría fuerte para hacer frente al primer día del curso en el instituto Grevis. Nos habíamos mudado aquel verano por paranoias de mi padre, pero seguíamos viviendo en el mismo pueblo aburrido de siempre. A mi la verdad no me preocupaba aquel cambio tan brusco, solo debía aguantar un año más para independizarme y dejar el nido. Estaba decidida a acabar con el último año de la secundaria y irme a una universidad que estuviera a cientos de kilómetros de allí. Cuando fuimos a las puertas abiertas del instituto lo primero que me llamó la atención fue lo pequeño que era. Era de una sola planta, con taquillas por doquier y al menos veinte clases distribuidas por un pasillo largo y estrecho. Los profesores parecían simpáticos, pero a decir verdad, todos los profesores son simpáticos hasta que te los asignan para dar clase. Entonces sus sonrisas se convierten en ceños fruncidos y sus manos se tornan en sucias garras. Se volvían adictas a poner partes y amonestaciones, y si aprobabas un examen, era por puro milagro.

Solo faltaban diez minutos para que empezara la primera clase y el camino a pie era, de al menos, de cinco. Jodie era apenas unos meses menor que yo y su clase estaba justo al lado de la mía. Estaba por cogerla de las orejas y sacarla de casa a la fuerza cuando pasó por delante de mí, me robó una tostada del plato y abrió la puerta de la entrada. Fui tras ella y cerré con llave.

 Al llegar a la clase que me habían asignado, la profesora nos mandó sentarnos en orden de apellido,el mío, Evans, hizo que acabara en el centro de la clase, sentada entre un chico con gafas que parecía bastante simpático y una chica rubia de largas pestañas y bolso que desprendía hostilidad por todos los poros. No habían acabado de sentarse cuando dicha chica se dio la vuelta y me echó una mirada de superioridad.

- En cuanto el dinosaurio se gire.- Señaló a la profesora que seguía colocando a las personas en su sitio.- Dejarás este sitio libre y irás a sentarte a atrás del todo. Aquí no existe nadie que no sepa que Louisa y Lauren van siempre juntas.

De verdad que no quería meterme en problemas nada más empezar el curso, pero mi yo interno deseaba lanzarse-le encima y arrancarle alguna que otra uña postiza de la mano. Pero no lo iba a hacer, sería algo más centrada y respiraría hondo antes de hablar.

-Mi nombre es Brooke Evans. Si quieres algo me lo dices bien, y si tienes algún problema habla con la señora Colbie para que nos cambie.

-Verás Brookie, si te entrometes en mi camino acabarás llorando.

Abrí la boca para responder a tal amenaza, pero la tutora interrumpió nuestra conversación al decir mi nombre al pasar la lista. Levanté la mano y me enderecé, mirando hacia delante. Lo que Lauren no sabía era que estaba deseando cambiarme de sitio, y le cedería el puesto a Louisa sin ningún problema.

Ella sacó a relucir su sonrisa más malvada mientras se volvía para prestar atención a la señorita Moore, nuestra tutora, quien nos presentaba al resto de los profesores.

Por la mañana nos mostraron las normas de cada profesor y lo que haríamos con el largo curso que teníamos por delante. Al sonar el último timbre del día salí corriendo hacia casa, debía preparar la comida y llegar antes, ya que en una hora llegaría mi hermana de la universidad y tenía poco tiempo para comer, ya que trabajaba por la tarde.

-Brooke!!!

Del susto, resbalé y me caí de bruces contra la acera.

-¡Pero que torpe eres!- Me dijo Mía mientras me levantaba del suelo mojado- ¡Estás empapada!- Mierda, mierda, mi nuevo vestido estaba arrugado y lleno de barro!- ¿A donde ibas tan deprisa? ¿Porque no me has esperado? Necesito contarte todo sobre el desastre de clase que me ha tocado!-

-Mejor no te cuento con quien me siento yo...

-Lauren, no? Ya me lo ha dicho Susan, pero veo que sigues viva, no estás pálida ni nada, aún no te ha contagiado su anormalidad-Dijo riéndose. Ella y yo compartíamos el mismo sentimiento de desagrado hacia Lauren desde primaria, desde que decidió romper nuestro castillo de arena en el patio del colegio. Y tampoco era que ella estuviera sola, ni de cerca, ella contaba con el apoyo de la clase entera. Era en el colegio... de las más populares. Tenía siempre todo nuevo, coqueteaba con cualquier chico que se moviera, llevaba siempre el pelo a la perfección, y encima salía, a medias, con el quarterback del instituto. Algunas tanto y otros tan pocos... Mi existencia en el colegio se basaba en no hacerme notar. Pasaba el menor tiempo ahí, y cuando estaba intentaba no levantar la mano en clase ni hablar mucho con nadie... Nadie me conocía, y así nadie me juzgaba... excepto Lauren, con quien siempre me salía el impulso a defenderme.

Y así llegamos a mi casa, contándonos cada cotilleo que había aflorado aquel día, los nuevos líos y rupturas que habían transcurrido en verano... Mi hermana, Jodie, después de comer, se fue con su novio, Will, a pasar la noche. Desde que ellos empezaron a salir, la dejé de ver tan frecuentemente.  

Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, hasta que conseguimos superar el primer trimestre de lo que era el infierno del instituto. Desgraciadamente todo seguía igual, evitaba las fiestas de instituto, los partidos de fútbol, a Lauren y su séquito de barbies, y mi existencia allí se basaba en acabar el curso lo más rápido para dejar el instituto de una vez por todas.








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